Llamó a Brayan.El otro lado contestó rápidamente y la voz de Brayan era suave: —Didi, ¿te gustaron los tres vestidos?—Bueno, sí. —Diana dijo: —¿Qué conjunto crees que se ve mejor?Brayan, al otro lado del celular, pareció reírse, con voz cariñosa: —¿No dije que los compraría todos si te gustaban? Le he pedido a mi ayudante que encargue los tres.—¿Tan rápido? Si acabo de publicar ese estado hace nada.Brayan: —No puedo demorarme, que son de edición limitada.—Bueno, gracias, Brayan.—Didi, ahora eres mi prometida, somos familia, no hay necesidad de darme las gracias.Era cierto, pero aún no podía meterse en el papel de prometida, y en la mente de Diana, Brayan sefuía siendo el hermanito que vivía al lado y quien le dio clases particulares pacientemente.—Por cierto, no es muy fácil tomar taxis en Marseah, te he comprado un coche, acabo de terminar los trámites, dame una dirección, haré que alguien te lo lleve.Al oír esto, Diana sintió que era demasiado y no podía aceptarlo.Brayan s
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