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Capítulo 4

Author: Helena Flores
[Didi, el anillo de compromiso que te hice a medida en Chaumet ha sido entregado en la tienda de Marseah, ve a verlo cuando tengas tiempo].

Chaumet era una marca de anillos de diamantes mundialmente conocida.

¿Acababa de aceptar la propuesta hace unos días y ya había llegado el anillo personalizado?

¿Lo hizo con antelación o qué?

Diana no hizo más preguntas, se limitó a responder —De acuerdo.

Dentro de la tienda Chaumet.

El empleado sacó el anillo con entusiasmo.

—Señorita Infante, este es un anillo personalizado por el señor Iglesias.

Diana tomó el anillo y lo admiró.

Un diamante azul precioso de cinco quilates estaba engastado en el medio de pequeños diamantes rosas y sin color, brillaban a la luz y eran de una belleza deslumbrante.

—Este anillo también tiene sus iniciales y las del señor Iglesias grabadas en el interior.

Diana tomó el anillo y lo examinó detenidamente, y en su interior estaba efectivamente grabado «D.I. & B.I.».

Había dedicado mucho en el anillo.

Diana se probó su anillo y era de su talla.

—Es precioso —exclamó con ganas la dependienta.

Justo en ese momento, la voz de Chuck sonó bruscamente detrás de ella.

—Diana, ¿qué estás haciendo aquí?

Diana frunció el ceño y se dio la vuelta.

Chuck soltó la mano de Aurelia en cuanto Diana se dio la vuelta.

Un brillo frío parpadeó bajo los ojos de Aurelia y rápidamente volvió a la normalidad.

A Diana no le sorprendió en absoluto que Chuck se hubiera presentado con Aurelia.

Ella sonrió dulcemente y respondió: —Probándome el anillo.

Chuck dio unos pasos hacia delante, su rostro se hundió bruscamente al ver el anillo en la mano de Diana.

Diana sacudió el anillo de diamantes brillantes que llevaba en la mano, sonrió alegremente y le preguntó: —¿Qué tal, bonito?

En los ojos de Chuck surgió una ira apenas disimulada.

—No es nada bonito.

Todos sabían en su corazón lo que representaba el anillo.

Chuck pensaba que Diana era obediente y comprensiva.

No esperaba que pensara en cosas que no le pertenecían.

No podía darle el matrimonio.

Diana tampoco se lo merecía.

Chuck hizo una mueca y no dijo nada.

A un lado, Aurelia miró a Diana con una sonrisa radiante: —Qué casualidad, señorita Infante, Chuck y yo también hemos venido a ver el anillo.

Diana se burló para sus adentros.

Resultaba que la llamada que Chuck era de Aurelia.

Y por «algo», ¿se refería a ir de compras con Aurelia, a mirar anillos con ella?

Chuck no podía darle una explicación, era como si confirmara las palabras de Aurelia.

Los ojos de Aurelia se posaron en el anillo de Diana.

Vaya, ese diamante azul del centro parecía tener cinco quilates.

También había diamantes rosas preciosas a su alrededor.

Debía valer un millón por lo menos, sí que eligió uno bueno para probarse, ¿no le daba vergüenza no poder pagarlo luego?

Diana solo asintió con la cabeza ante las provocativas palabras de Aurelia y siguió admirando el anillo en su mano como si nada hubiera pasado.

Cabía decir que Brayan tenía buen ojo y que ella quedó muy satisfecha con el anillo.

—Señorita Infante, qué bonito anillo —dijo Aurelia con una sonrisa.

—Sí, a mí también me parece bonito.

La cara de Chuck era fea de cojones: —Diana, quítate el anillo.

—¿Por qué? —Diana inclinó la cabeza hacia él fingiendo confusión.

—¿Para qué te pruebas los anillos? ¿Quieres obligarme a casarme contigo? —Chuck no pudo contenerse más y dijo enojado: —¡No voy a casarme contigo!

A un lado, los labios de Aurelia se curvaron en un arco imperceptible, secretamente satisfecha.

—Señorita Infante, Chuck y yo estamos aquí hoy por instrucciones de Rosa para probar los anillos.

La «Rosa» de la que hablaba era la madre de Chuck, Rosa Romero.

El mensaje de Aurelia era claro: «Soy la nuera a la que la madre de Chuck le ha echado el ojo, la madre de Chuck ya me ha aprobado, así que, Diana, ni se te ocurra esa idea de casarte con Chuck».

Diana miró divertida a la pareja que tenía delante.

Se estaba probando el anillo de compromiso que le preparó su prometido. ¿Qué escena estaban montando esos dos payasos aquí?

El idiota de Chuck pensó que estaba obligándolo a casarse con ella.

Y la zorra le estaba chuleando que tenía la aprobación de Rosa para provocarla.

No se enteraban, era su padre quien no aceptaría ni de coña una familia con tan poco prestigio como los Leyva.

—Ah, ya veo. —El tono de Diana no se veía afectado.

Aurelia y Chuck se estremecieron ligeramente.

¿Por qué no le importaba en absoluto?

Aurelia escrutó el rostro de Diana, observando su comportamiento, tratando de encontrar un atisbo de celos y resentimiento en su cara.

Sin embargo, la expresión de Diana era impecable.

Aurelia ya podía juzgar bien.

¿Diana fingía que no le importaba o realmente no le importaba?

El rostro de Chuck se había ensombrecido hasta el extremo.

—Diana, ¿te hace gracia? ¿Sabías que Aurelia y yo íbamos a venir hoy a ver los anillos y me has esperado aquí a propósito? A decir verdad, es imposible que me case algún día contigo, ¡y es inútil que me obligues a hacerlo! El matrimonio es algo entre dos familias, ¿cómo te vas a casarte conmigo con tus condiciones?

Chuck estaba agresivo: —¡Mira qué pinta tienes ahora! Me da vergüenza.

Se enfadó de verdad y soltó un montón.

Diana no estaba enojada en absoluto, sonreía de buen humor: —¿Otra vez te avergoncé? Recuerdo que aún no hemos roto, ¿verdad? En ese caso, ¿la señorita Donato es tu amante? Y tú eres el bastardo infiel, así que ¿quién debería sentir vergüenza aquí?

Completamente enfurecido por sus palabras, el pecho de Chuck subió y bajó violentamente mientras espetó: —¡¿Te lo quitas o no?!

El tono de Diana era despreocupado y lánguido al decir: —No.

—¡De acuerdo! Si te gusta, póntelo, de todos modos, ¡no voy a comprarte un anillo ni casarme contigo!

Diana: —Ajá.

Chuck vio la mirada impasible de Diana y no pudo hacer nada.

Miró con rabia a Diana y se dio la vuelta para alejarse enojado.

Aurelia lo siguió: —Chuck, espérame.

Cuando esos dos se fueron, el dependiente parecía confuso: —Señorita Infante, ¿quiénes son estos dos?

—Nadie importante, no les hagas caso.

Con tres años de relación, Chuck no había pensado en casarse con ella.

Pero era todo un ignorante, pues él era quien no estaba a la altura de casarse con Diana, sin mencionar de que ella no tenía intención de casarse con él.

Diana se hizo unas fotos con el anillo y se las envió a Brayan.

[¿Te parece bonito?].

En este mismo momento, dentro del Grupo Iglesias, en el despacho del presidente de Kenster.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Brayan al mirar el mensaje de Didi en su celular.

Dejó el documento que tenía en la mano y tecleó una respuesta.

[Se ve bien, ¿te gusta?].

[Me gusta].

La sonrisa de Brayan se acentuó.

[Me alegro].

[Brayan, este es un anillo caro, ¿no?]

[No es caro, te mereces lo mejor].

El ayudante, César Martínez, se quedó esperando a que Brayan firmara.

En secreto, había levantado varias veces los ojos para mirar a su presidente.

¿Seguro que no estaba alucinando?

¿El presidente de temperamento frío estaba sonriendo?

Y sonriendo tan... ¿Cómo se decía? ¿Dulcemente?

Parecía como si un montón de burbujas rosas brotaran alrededor del presidente.

—Ya firmé, ¿qué estás mirando? —Brayan miró a su ayudante César con su habitual frialdad.

César volvió en sí y se apresuró a agarrar el documento de la mano del presidente: —Nada, señor, le dejo.

Aquí Diana tomó el anillo y se dirigió a la tienda de relojes de caballero del centro comercial de al lado, con la intención de comprar un reloj para Brayan y dárselo cuando regresara a Kenster.

Papá le envió una foto reciente de Brayan.

Tenía un temperamento frío, las cejas y los ojos muy bonitos, y sus rasgos eran apuestos, no muy diferente de la imagen que tenía de él.

Diana había elegido un reloj negro que le querdaría muy bien a Brayan.

Acababa de pasar la tarjeta cuando un conocido se le acercó para saludarla.

—Diana, ¿qué haces por aquí...?
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