Gabriel le había dicho que la esperaría afuera.Regina salió del baño ya vestida, pero dejó pasar el tiempo a propósito, sin moverse, hasta que dieron las diez.Reinaba el silencio; nadie llamó a la puerta para apurarla.«Seguro ya se fue».Se acercó a la puerta y tomó aire antes de girar la manija con cuidado. Al ver que no había nadie fuera, sintió un alivio inmediato. Justo cuando se disponía a salir, una fina columna de humo flotó hasta detenerse frente a ella.Al voltear, su mirada se cruzó con la de él, profunda e indescifrable.Gabriel apagó el cigarro.—Vamos a desayunar.Se adelantó, marcando el camino.Regina abrió la boca, pero no supo qué decir. Al final, resignada, lo siguió.El restaurante estaba en la planta baja.Una vez sentados, el mesero les llevó la carta.Regina pidió algo al azar y le devolvió la carta al mesero.No había encontrado su bolsa en la habitación, así que no tenía el celular para distraerse. Incómoda, se acomodó un mechón de cabello y fijó la vista en
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