Había desplegado tanta magia que casi me desmayo. Desmayado, justo en manos de David. Él había acariciado mi cuello y no tenía fuerzas para resistirlo. Su rutina pesaba sobre mí, aplastando la mínima resistencia que podía ofrecer. Jojo estaba boca abajo en el asfalto, con los ojos vidriosos, pero re
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