—¡Bingo!— Mi mano tocó la huella elevada de una mordida en su hombro, cerca de sus glándulas olfativas. —Ahora surgió una idea, gracias.Morder, no era la forma más elegante de robarle la voluntad al bastardo, pero era la más rápida. Decidido, arrojé al mocoso al suelo, tirando de sus brazos para qu
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