Sin embargo, como si hubiera oído mis silenciosas súplicas, se acercó a mí, cruzó su pierna sobre la mía y me rodeó la cintura con el brazo. Mi cuerpo se puso un poco rígido, pero cuando ella se acomodó en mí, me relajé. Pequeñas chispas pinchaban mi piel donde nos tocábamos. Era una sensación que
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