Capítulo 8: El castigo de Zed

*Punto de vista de Beth*

Desorientado, me desperté en una habitación desconocida. Los acontecimientos de ayer volvieron a mí: los ojos rojos de Daniel, la expresión peligrosa de Ryaln y la sensación de haber sido mordido. Entonces volví a mí la revelación de anoche. ¡Estaba viviendo y trabajando para vampiros! ¿Cómo fue eso posible?

Hace dos días estaba intentando reconciliarme con mi familia y rehacer mi vida. Ahora estaba envuelto en los no-muertos. ¿Cómo me metí en este lío? A mi cerebro le costó mucho asimilar esa idea. Fue algo difícil de procesar.

Sentí mi cuello, buscando la herida que Rylan me infligió. No había nada. Ni siquiera una marca de pellizco que Daniel me dejó en el cuello. Los vampiros deben tener una forma de curarme, tal como lo hicieron la última vez. ¿Quién me había lamido el cuello esta vez?

Reflexioné sobre ese pensamiento mientras me sentaba en la cómoda cama. Entonces, de la nada, alguien empezó a golpear mi puerta. No se trataba de golpes habituales; Sonaba como si alguien estuviera llevando un ariete a mi puerta.

Sin otra opción, me levanté de la cama, con las manos temblando nerviosamente. Respiré hondo y abrí la manija de la puerta. Una pelota de fútbol entró volando en la habitación y casi me golpea la cara. Entonces, no había sido un ariete o un puño lo que había estado golpeando la puerta, sino este balón de fútbol.

Eso fue inesperado.

Daniel entró corriendo a mi habitación, recogió su pelota y la manejó como un profesional. Lo pateó expertamente en sus manos. Debe ser un jugador ávido.

Con el ceño fruncido en su rostro juvenil, se paró frente a mí, vestido con una sencilla camisa gris y pantalones cortos deportivos negros. Los acontecimientos de anoche me hicieron alejarme de él.

“¡Eres un vampiro! ¡Vi tus ojos rojos y dijiste que querías sacarme toda la sangre! ¡Sé lo que eres! ¡No te acerques más!

Me alejé más de él, la parte posterior de mis piernas chocó contra la cama, queriendo dejar el mayor espacio posible entre este monstruo y yo.

“Estás imaginando cosas, niña. Debes haber tenido un mal sueño o algo así. Estás delirando”, habló en tono tranquilo. No estaba actuando como el monstruo que había conocido anoche.

¿Anoche sucedió como pensé? ¿Soñé todo eso? No sería la primera vez que tengo lagunas en mi memoria o cosas que no puedo explicar. Pero se sintió tan real. Estos chicos, esta casa, me estaban volviendo loca.

“Me muero de hambre”, me dijo Daniel. Me alejé de él, temiendo estar a punto de convertirme en su comida. “Tienes que empezar a ganarte la vida aquí. Prepárame un poco de desayuno, pequeña asistente personal”.

Me miró con una sonrisa condescendiente. Asentí dócilmente. ¿Qué otra opción tenía?

Me arreglé en uno de sus muchos baños, me lavé los dientes, peiné mi largo cabello castaño y me lo hice en una trenza. A continuación, me vestí con la ropa sencilla que me proporcionaron.

Alguien había preparado un conjunto de sujetador y bragas rosas a juego. Encajan perfectamente. Ociosamente me pregunté cómo sabían mi talla de copa. A continuación, me vestí con una camiseta blanca ajustada y unos vaqueros.

Después de prepararme, me di una charla de ánimo frente al espejo. La situación podría ser peor. Podrían volver a quedarme encerrados en el sótano. Pero al menos tenía algo de libre albedrío.

Yo era fuerte. Cuidé a mi madre cuando estaba enferma. Entré en una universidad muy respetada de Nueva York. Yo era inteligente. Podría superar esto y sobrevivir. Estos hombres, fueran lo que fueran, no me quebrarían.

Antes de que Daniel pudiera sacarme del baño, fui a la cocina a preparar el desayuno. Su cocina era enorme. Era blanco y negro y todo parecía enorme.

Daniel estaba sentado en la barra del desayuno, mirándome fijamente. ¿Cómo preparo el desayuno de los vampiros? ¿Tengo que usar su elegante microondas para calentar una botella de sangre? Tenía miedo de abrir el frigorífico, temiendo encontrar los mismos tubos de ensayo que tenía en el sótano. En cambio, lo que encontré me sorprendió.

El frigorífico estaba completamente abastecido con una amplia variedad de alimentos, incluso una variada selección de frutas y verduras.

“Tomaré una tortilla de jamón y queso”, dijo Daniel, metiéndose un caramelo en la boca.

Me puse a trabajar, resistiendo la tentación de decirle a Daniel que debería aprender algunos modales y que se le caerían todos los dientes por la cantidad de dulces que comía. Mis manos todavía temblaban, una reacción por estar tan cerca de un vampiro/secuestrador.

Encontré todos los ingredientes necesarios y comencé a cocinar. Mientras revolvía los huevos, se me ocurrió una idea peligrosa. En cada historia que mi mamá solía contarme, parecía que los vampiros no podían comer ajo.

Sintiéndome arriesgado, pero sintiendo que esta era mi única oportunidad de derrotar a Daniel y escapar, rápidamente corté dos dientes de ajo y los agregué a los huevos, mezclándolos rápidamente antes de que alguien se diera cuenta.

Hice la tortilla y se la serví a Daniel con una sonrisa en el rostro. Retrocedí y me apoyé contra el mostrador, temiendo su reacción cuando se diera cuenta de lo que había hecho. Mientras comía, me felicité por el trabajo bien hecho. Esperé mientras masticaba, emocionada y asustada al mismo tiempo por el momento en que se enterara.

"¡Asistente!" La voz áspera me hizo saltar. "Ven aquí un momento".

Era Zed, vestido con su uniforme de policía. Me miró y me quedé helado.

Oh mierda. ¿Sabía Zed lo que había hecho? ¿Cómo podría? ¿Tenía algún sexto sentido vampírico o algo así?

Lo seguí hasta el comedor y ambos nos sentamos a la hermosa mesa de roble. En un nivel primario, Zed fue el que más me asustó de los tres hombres. Siempre llevaba gafas de sol, parecía ser el que estaba en mejor forma física y era el más frío, como si pudiera matar a alguien y no sentir ningún remordimiento.

El recuerdo de él apuntándome con su arma en su auto me hizo estremecer. Tampoco se me escapó el hecho de que era el jefe de policía.

“¿Has memorizado el código del asistente del libro que te di? ¿Entendiste todo lo que contiene? Zed me hablaba como un oficial de policía interrogando a un testigo. Supongo que trajo su trabajo a casa.

¿Fue esto una trampa? ¿Qué debería decir? Cualquiera que fuera mi respuesta, él podría encontrar un problema. Si mentí y dije que no lo había hecho, podría penalizarme por no hacer lo que me ordenó. Si le dijera la verdad y él supiera lo del ajo, podría tener problemas por eso. También podría optar por la verdad.

“He memorizado el libro y entiendo las reglas”, le dije, retorciéndose las manos nerviosamente, asustada por su reacción.

“Como has leído el libro y has dicho que entiendes todo lo que contiene, entonces sabes que has roto las reglas”, dijo con frialdad.

La sangre en mis venas se heló ante sus palabras. Sabía de mi intento de hacerle daño a Daniel con el ajo. ¿Cómo lo supo? ¿Me vio? ¡No debería haber hecho eso!

La expresión de Zed me hizo arrepentirme instantáneamente de haber tomado ese tipo de riesgo. “Estabas tratando de lastimar a Daniel, ¿no? ¡Sabes que el ajo va en contra de las reglas y lo hiciste de todos modos!

Me sentí como si estuviera en un juicio y Zed fuera mi juez, jurado y fiscal. ¿Qué me iba a hacer? Oh, no, no debería haber hecho eso. No debería haber roto las reglas. Saltó de la mesa y me agarró del brazo.

“¡Zed! ¡Por favor no hagas esto! ¡Juro que olvidé por completo que ustedes no podían comer ajo! ¡Había tantas reglas que memorizar que simplemente me olvidé de esa! ¡No lo hice a propósito, lo prometo! Nunca intentaría lastimarlos chicos. ¡Por favor déjame ir!"

Grité y le supliqué, pero él no iba a tener lástima de mí. Me llevó a una de las muchas habitaciones de la villa. Me empujó de mala gana a una habitación oscura y me cerró la puerta en la cara. Escuché un clic de bloqueo.

Intenté respirar profundamente, manteniendo el ritmo cardíaco bajo y calmándome. Esto no fue tan malo, ¿verdad? Es sólo una habitación oscura y vacía, y no le tenía miedo a la oscuridad mientras estuve sola aquí.

No parecía haber nada aquí conmigo. En lo que respecta a los castigos, este fue fácil de soportar. Después de un par de minutos de estar de pie y contemplar la oscuridad, comencé a aburrirme. ¿Cuándo me iba a dejar salir ese policía insistente?

Entonces sentí algo detrás de mí. Mi mente me gritó que me diera la vuelta y enfrentara lo que fuera que fuera, pero estaba congelada por el miedo. Cuando sentí que algo rozaba la parte posterior de mis piernas, la autoconservación entró en acción y me giré para ver con qué me quedaba allí.

A la luz de debajo de la puerta, pude distinguir los rasgos de la criatura. La bestia peluda gigante sacó su lengua áspera y me lamió la cara. Hicimos contacto visual y sus enormes ojos me miraron como si fuera algo para comer.

Abrí la boca y grité.

***

*Punto de vista de Daniel*

Seguí a Zed y a la niña, preguntándome adónde la había llevado. En silencio, me colé detrás de Zed y lo escuché mientras hablaba por teléfono. Su postura era perfecta, como siempre.

“Hola, sí, encontramos al león que se escapó. ¿Sería tan amable de venir a recogerlo a la comisaría?

Su voz era firme. Debe estar hablando con el zoológico local.

Finalmente, Zed colgó el teléfono y aproveché la oportunidad para entrar en la habitación.

“¿Crees que ese león matará a esa estúpida niña?” Pregunté con una leve mueca de desprecio.

Había intentado envenenarme con ajo. Tenía el característico sarpullido rojo en la cara para demostrarlo. Ella merecía lo que sea que esa bestia le estuviera haciendo en este momento. Sin mencionar que ella era la hija de Roger y tenía sangre sucia corriendo por sus venas.

Si el león la matara, lo único que me arrepentiría sería no haberlo hecho yo mismo. Zed ignoró mi pregunta y estudió la inflamación que se extendía por mi cara.

“Daniel, hoy no puedes salir. Tienes que quedarte en la villa y esperar hasta que desaparezca el sarpullido”, ordenó Zed.

“¡Asombroso, vamos! No es justo. ¡Hoy hay partido de fútbol! Si no voy, Buckle hará estallar mi teléfono”, me quejé. Sabía que Zed se preocupaba por mí, pero todavía estaba frustrada por no poder desahogar mi energía hoy.

“Tengo algo de tiempo hoy. Puedo comprobar el casino clandestino”, me dijo Zed. Mi humor cambió mientras reía, imaginando el rostro de Buckle.

“Buckle va a llorar hasta morir. Va a perder mucho dinero”, me reí.

Los ojos de Zed estaban enfocados como un láser. "En mi territorio, tiene que seguir mis reglas".

Después de eso, lo dejé mirando el armario y subí las escaleras, desanimado por no poder asistir al juego. Nadie cuestionaría un sarpullido. Esto fue una tontería. El fútbol era lo único en mi vida que esperaba con ansias y que realmente me apasionaba.

Cuando subí las escaleras, me detuve cuando vi a Rylan apoyado contra la barandilla. Parecía más deprimido que de costumbre, con ojeras y muy pálido. ¿Podríamos enfermarnos? ¿Era eso posible?

"Oye, ¿dormiste algo anoche?" Le pregunté a Rylan. Al tipo parecía que le vendría bien una semana. Él negó con la cabeza.'

“Anoche pasó algo raro. Algo con nuestro pequeño asistente. No puedo explicarlo. Pero una cosa sé con certeza. Hay algo extraño en Beth”, respondió Rylan con una expresión pensativa.

Eso me sorprendió. Me burlé.

“¿Qué diablos podría tener ella de diferente? Ella es sólo una chica tonta. Ella es la hija de la escoria”, me burlé.

Estaba confundida acerca de cómo hablaba de ella. ¿Qué diablos estaba diciendo? No podía haber nada especial en esa chica normal y corriente. ¿Qué había pasado entre ellos que le hizo pensar de esa manera?

"Lo resolveré eventualmente". Rylan parecía como si se estuviera prometiendo más a sí mismo que a mí. "Por ahora, estoy más preocupado por Zed".

Se volvió hacia mí con una expresión inusualmente ansiosa.

Levanté la ceja. “¿Zed? ¿Por qué estás preocupado por él?

No se me ocurrió ninguna razón por la que deberíamos pensar dos veces acerca del oficial de policía. Era nuestro hermano mayor más confiable. El que nos cuidó a todos.

Rylan negó con la cabeza. “Me preocupa que Zed la mate. Que matará a Beth”.

Levanté las cejas confundida. Rylan debe estar equivocado. Esto no fue posible. ¿Zed? Era el más racional y el más dueño de sí mismo de todos nosotros. Era el maestro del autocontrol. No había manera posible.

“¿Zed?” Le pregunté. "¿De verdad lo crees?" Pregunté, la especulación tiñó mi voz.

"Sí, me preocupa que Zed la mate", repitió Rylan. "Y no podré detenerlo".