Este Invierno Ya No Traerá Heladas
En el mercado negro, mi padre escogió para mi hermana mayor y para mí a dos gemelos como guardaespaldas.
Mi hermana, sin pensarlo, se quedó con el hermano alto y corpulento, dejándome al “mudo”, que apenas seguía con vida.
Me dio lástima y lo mantuve a mi lado.
Como no hablaba, lo llevaba de un lugar a otro buscando médicos y remedios.
Como tenía una severa misofobia, yo siempre mantenía cierta distancia entre nosotros.
Creía que había sufrido algún trauma y por eso era así.
Hasta que los enemigos de mi padre nos secuestraron a mi hermana y a mí.
Él me dejó atrás, eligiendo sin titubear morir para recibir la bala por mi hermana.
Antes de morir, habló por primera vez; con los ojos enrojecidos le dijo a mi hermana:
—Por fin puedes verme.
Y a mí, en cambio, me dijo:
—En la próxima vida, te lo ruego, no me elijas.
Entonces entendí que no era mudo ni tenía misofobia.
Lo de “mudo” y “misofobia” era solo hacia mí.
Al abrir los ojos de nuevo, había vuelto al día en que elegíamos guardaespaldas.
Esta vez, cumplí su deseo.