—¿Qué pasa, Lorenzo? —Isabella se incorporó, abrazándolo por la cintura.Lorenzo apartó sus manos y respondió con voz ronca: —Lo siento, me propasé. Descansa.Salió apresuradamente, casi huyendo del lugar.—¡Lorenzo, Lorenzo! —Isabella lo siguió, pero cuando abrió la puerta, el pasillo ya estaba vacío.Apretó los labios, sus uñas clavándose en el marco de la puerta, con una mirada llena de rencor.En el estacionamiento subterráneo.Lorenzo subió al auto, pero su mirada permanecía perdida, todavía alterado. Se sujetó la frente, lleno de remordimiento.Por el rabillo del ojo vio el asiento del copiloto, donde yacía un teléfono nuevo, y desvió la mirada rápidamente, con una sensación de culpa.En la habitación del hotel.Isabella cerró la puerta y fue al baño. Al ver las marcas en su cuello en el espejo, esbozó una sonrisa llena de malicia y tomó una foto para enviarla.*Eran las once y media cuando Lorenzo llegó a casa en auto. Subió al elevador con el teléfono nuevo en la mano.Seguram
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