Capítulo 9: Debajo de los pozos

Punto de vista de amapola

Los guardias me escoltaron a boxes esa mañana.

Mi padre supuso que era para una aparición pública, no porque yo estuviera trabajando. Sólo estuvo de acuerdo porque lo convencí de que esto uniría a los ciudadanos. Ayuda a la moral de nuestros luchadores y asistentes.

La misma excusa que le dije cada vez.

Él no sabía que yo utilizaba estas “apariciones públicas” para conocer al público. Los ciudadanos son sorprendentemente honestos con quienes cosen las heridas y las cuidan. Se gana una confianza que nunca podría subir a un pedestal.

Me enseñó quién sufría más y cómo podía dirigir sutilmente la atención de mi padre hacia esos grupos. Si se lo dije abiertamente, nunca me escuchó. Una mujer no podía saber de qué estaba hablando.

Incluso si vi más de lo que él alguna vez vio.

Preparé mi mesa con las instrucciones de los médicos presentes. Además de las razones diplomáticas por las que hice esto, fue útil aprender estas habilidades. Las manos expertas crean líderes ingeniosos. Y también disfruté el trabajo.

Me gustó ver mi trabajo de primera mano y ver bien a mi gente. Ayudó que mis guardias me fueran más leales que mi padre. De hecho, recordé sus cumpleaños. Y guardaron silencio sobre mis deberes. Nunca le dije a mi padre que yo era quien cosía y cuidaba a nuestros enfermos con mis manos.

Mi padre asumió que yo les leía libros de cuentos a los niños. Hice mucho más.

Mi madre, por otro lado, fue criada como una plebeya y amaba mi trabajo. Ella sabía todo lo que estaba haciendo... aparte de mis excursiones semanales al pub para gallivant. Mi madre me decía que si la princesa hiciera las cosas que yo hacía, el reino sería un lugar mucho mejor.

Estaba en camino. Con mi propia sangre, sudor y lágrimas, estaba trabajando duro para hacer de este reino un lugar del que pudiera estar orgulloso. Incluso los rincones oscuros y polvorientos los podía apreciar.

"¡Ahí tienes!" Dije mientras cortaba el hilo restante en el brazo del luchador. Las peleas nunca eran a muerte, pero las heridas superficiales siempre necesitaban ser atendidas. “¿Hay algo más que quieras decirme ahora?” Pregunté en voz baja, inclinándome ligeramente para que el luchador pudiera hablar sin que mis guardias lo escucharan.

Era un elfo joven, que probablemente empezó a luchar para ganar dinero extra para su familia. Ésa era una razón común. Es fácil apostar por ti mismo y ganar si eres lo suficientemente decente. Algunas de las peleas dieron buenos resultados.

“En realidad, princesa”, comenzó nervioso el joven, “el gremio de mi padre está enfermo y no tienen suficiente dinero para pagar la medicina”.

"¿Es este el gremio de artesanos?"

Él asintió levemente, mirando nerviosamente a los guardias detrás de mí.

Miré por encima del hombro a mi guardia principal, Percy. Mis otros cuatro estaban apostados detrás de él, todos mirándome con intensidad. No es de extrañar que el luchador estuviera nervioso. "Perdón, Percy, ¿te importaría retroceder unos metros?"

Levantó una ceja partida y distinguió líneas que envejecían su rostro. Pelos grises entrelazados a través de su cabello oscuro. Miró al luchador con el que estaba hablando como si estuviera decidiendo si era una amenaza o no. Luego cedió y retrocedió lo suficiente como para poder hablar con el luchador sin audiencia.

"Gracias. Los guardias me ponen nervioso”, dijo un poco más alto que antes.

“Lo entiendo, pero sé que estoy aquí para ayudarte. Ellos me responden”, le aseguré. "Ahora, ¿el gremio de artesanos necesita medicinas?"

"Si, princesa."

"Considérelo hecho. Espere una entrega para el final de la semana”.

Los ojos del hombre brillaron de puro alivio. "Muchas gracias."

Luego saltó de la mesa y salió del lugar más vulnerable, donde todavía podíamos escuchar las espadas chocando sobre nuestras cabezas y los débiles vítores de la multitud.

De repente, un escalofrío recorrió mi cuello, como si una brisa atravesara la enfermería. Se me erizaron los pelos como si estuviera teniendo una reacción muy visceral hacia quien acababa de entrar. Me di la vuelta y miré hacia la fuente de mi malestar.

Luego, la brisa fresca inundó mi vientre, volviéndose espesa y caliente como una gota de miel fundida creciendo bajo mi piel.

¿Era Eirikur?

¿Por qué estaba medio desnudo?

La sangre salpicó su cabello plateado y salpicó la piel desnuda de su pecho. Su largo cabello estaba trenzado hacia atrás, revelando que tenía la cabeza afeitada por debajo. Llevaba pantalones de cuero y un artilugio parecido a un arnés sobre su pecho como si lo usara para llevar cuchillos.

En su espalda estaban grabados tatuajes en forma de enredaderas con patrones únicos. Incluso extendiéndose hasta sus brazos, tonificados y fuertes. No me había dado cuenta cuando lo conocí, vestía esas camisas de seda de manga larga.

No me había visto todavía, pero sabía con certeza que era él.

Mis manos comenzaron a temblar, los nervios se dispararon a través de mi sistema. ¿Dónde estaban esos nervios antes? Tenía que salir de aquí. Vuelve sigilosamente antes de que pueda verme.

No estaba preparado para esto. No hay tiempo suficiente para estabilizarme.

Tragué pesadamente, a punto de girarme hacia Percy para que me acompañara hasta que Eirikur se giró por completo y vislumbré una sonrisa de satisfacción absolutamente desgarradora. Parecía en su elemento.

Orgulloso.

Los temblores fueron más fuertes y más rápidos. ¿Por qué mi cuerpo actuaba así cuando él estaba cerca? No tenía sentido para mí. Esos ojos amarillo azafrán se fijaron en los míos y luché contra cada impulso de mirar hacia otro lado.

Yo era más fuerte que eso. Nunca me retiré a pesar de lo nervioso que estaba.

Magnus estaba detrás de él, sin una mota de sangre, pero mirando hacia la habitación. Al igual que Percy, siempre analizando las amenazas. Podría respetar eso. Pero ahora mismo, no estaba interesado en Magnus.

Podría escoger su cerebro más tarde.

Ahora, sólo pude fruncir el ceño cuando la sonrisa de Eirikur se hizo a un lado de manera arrogante. Una leve sorpresa abrió mucho sus ojos cuando me vio.

Evitó al médico y caminó hacia mí. Ella me miró alarmada, pero yo hice un gesto con la mano.

Eirikur no era una amenaza para mí.

El médico se relajó y miró a Percy, quien le hizo el mismo movimiento. Luego ella volvió al siguiente luchador, mientras yo tenía las manos ocupadas con un príncipe mimado. Profundizando en mi tiempo con mi gente.

“¿Puedo tomar asiento?” preguntó, esa voz levantando más pelos a lo largo de mi columna mientras se sentaba en mi mesa antes de que pudiera responder.

Mi boca se frunció, pero Eirikur parecía bastante satisfecho consigo mismo. Su pecho estaba salpicado de sangre, seca hasta la piel como pintura. Miré hacia abajo, analizándolo en busca de heridas, ignorando la miel fundida que se calentaba cada vez más mientras observaba las curvas de sus músculos. Tonificado hasta el escaso vello alrededor de su ombligo.

"¿Disfrutas de tu vistazo, princesa?" preguntó, sonriendo tan ampliamente que pude distinguir la agudeza de sus colmillos. Más alargada que la mía tras siglos de adaptación a un entorno más duro. Sus orejas todavía estaban muy perforadas, alrededor de seis en cada oreja, pero en lugar de cadenas, pareció reemplazarlas con pesas y tachuelas.

"Sólo busco lesiones", escupí, molesto por él. Molesta por cómo mi cuerpo vibraba de emoción cuando él estaba cerca.

No creí que esto fuera una atracción. Claro, era bastante guapo, pero la única razón por la que mi cuerpo respondió así fue porque era diferente. Un nuevo desafío. Mis nuevos desafíos rara vez venían en forma de hombres.

"Sigue diciéndote eso", comentó, moviéndose demasiado para que yo pudiera verlo bien.

Agarré su hombro. "Quédate quieto", espeté, tratando de ignorar mi sorpresa por lo cálida que es su piel desnuda. Él arqueó una ceja pero dejó de moverse. “¿Por qué estabas peleando? Es un riesgo de responsabilidad”.

“Me gusta pelear”, respondió, mostrándome esos caninos nuevamente.

"Quítate el arnés", ordené.

“¿Ordenarme que me desnude?” Fingió sorpresa como un bastardo engreído. “Qué travieso. ¿Qué diría tu padre?

Finalmente, vi una delgada línea donde se partió su piel. Algunas cicatrices aquí y allá, pero ésta estaba reciente de la pelea. “Mi padre no sabe ni le importan mis actividades extracurriculares. Ahora. Desvestirse."

Hubo un ligero gorjeo en mi garganta debido a mis nervios, pero afortunadamente, él no pareció darse cuenta. Eso era lo último que necesitaba. No necesitaba municiones contra mí. Luchó, desabrochándose el grueso cuero alrededor de su abdomen y quitándose la vaina con arnés de sus hombros.

Al instante, mis ojos se dirigieron hacia abajo. ¿Eran esos... piercings en los pezones?

Eirikur notó mi mirada y su sonrisa se hizo más amplia ante mi obvia incomodidad.

"Estás... traspasado", dije obviamente.

"¿Nunca has visto uno antes?"

"Solo estoy... sorprendida", respondí honestamente cuando de repente me bombardearon con la imagen de tomar el piercing entre mis dientes y tirar. Me imaginé a Eirikur extendiendo la mano y agarrando mi cabello, exigiendo más de mi boca.

Pensé que sus piercings me tomaron por sorpresa, pero fue mi imaginación la que corrió con ello. Mis mejillas se sonrojaron de calor ante la imagen lasciva.

Él tarareó y aparté la mirada de su pecho, continuando mis cuidados. Sus cortes no necesitarían puntos. No lo suficientemente profundo para eso. Me volví y recogí los suministros de mi pequeño baúl. Desinfectante y vendajes.

Mi mente siguió divagando y me sorprendió que sus heridas no fueran más graves. Los luchadores novatos podían sufrir destrozos en el ring, pero Eirikur sólo tenía algunos rasguños. Miré a Percy, donde Magnus estaba conversando ociosamente.

Era natural que su guardia conociera al mío. Pasarían mucho tiempo juntos.

“Sabes, los piercings son bastante comunes en Myrkr. Todos los tenemos. Una forma de autoexpresión. De vida."

Lo miré, un poco sorprendida de que se abriera un poco conmigo. “¿Entonces todo el mundo tiene piercings en los pezones?”

Eirikur se rió. “¿Eso te hace sentir incómoda, princesa?”

"No. ¿Por qué debería hacerlo? Pregunté, humedeciendo mi paño con desinfectante.

Su sonrisa nunca abandonó su rostro, pero luego creció ligeramente y mi vientre comenzó a retorcerse y saltar a mi garganta. “Porque tengo otro piercing. Pero no lo verás hasta nuestra noche de bodas, cuando lo conocerás de cerca.

Jadeé ante la franqueza del comentario, mi cara enrojeciendo de un rojo brillante. Mis ojos bajaron impotentes antes de volver a los suyos.

Él notó.

Se inclinó, haciéndome sentir muy enjaulada. Olía a almizcle y sangre. No como los otros luchadores aquí. Algo sobre la forma en que olía. La forma en que se sentía. La forma en que su sonrisa se veía en su rostro… todo me hizo sentir cálido bajo el cuello de mi delantal.

No me gustó nada, pero al mismo tiempo me sentí completamente intrigado.

"A menos que quieras verlo antes".

El descaro de este hombre. Cuando nos conocimos, me acusó de hacer tonterías y ahora tuvo la audacia de actuar según sus suposiciones.

Mis cejas se juntaron y le di una palmada con el desinfectante en el brazo, frotándolo de verdad. Eirikur siseó ante la repentina quemadura. No me alejé de él, sólo tomé sus palabras como un desafío. Se estaba burlando de mí.

Tratando de meterse debajo de mi piel.

“¿Podrías mirar eso? Todo listo”, murmuré desafiante mientras sostenía la tela contra la pequeña herida. "Ahora bájate de mi mesa, Eirikur".

Para mi sorpresa, no pareció ofendido. Sus fosas nasales se dilataron, sus ojos muy abiertos y salvajes de emoción. Incluso podía sentir su corazón latiendo con fuerza contra mi mano. "Por supuesto, princesa". Su mano se cerró sobre la mía, mucho más grande que la mía. Sus callos me arañaron los nudillos.

Las manos se aburren por el manejo de la espada.

No sé por qué eso me atrajo tanto. Los soldados nunca me han atraído. Los peleadores nunca me entusiasmaron.

Aparté mi mano y la metí detrás de mi espalda mientras temblaba horriblemente. Empujándolos con fuerza para calmar los nervios hasta que Eirikur finalmente desapareció de la vista con Magnus a cuestas.

Entonces finalmente pude relajarme.