Agaché la cabeza, sin atreverme a mirarle a los ojos.No hizo falta pensar mucho para suponer que su mirada indicaba querer devorarme.Estuve en silencio todo el tiempo durante la entrega de premio y no dije ni una palabra.Cuando terminaron la entrega de premios, salí corriendo del escenario lo más rápido que pude.Por la noche, cuando fui al salón de masajes, me encontré con el jefe nada más entrar.—Roberto, ven conmigo.El rostro del jefe era frío.Pensé que algo había pasado y le pregunté: —¿Adónde, señor?Con eso, avancé tocando las paredes.El jefe resopló y me lanzó una mirada, luego dijo: —Vamos, deja de fingir, yo lo sé todo, ¡tú no eres ciego!Mi cuerpo se estremeció.Efectivamente, ¡no podía evitar este momento!Lo sabía, debía ser Cecilia quien se lo reveló, pues me vio hoy y se molestó.Bajé la mano y miré a mi jefe, esperando a que hablara.—Sígueme.Me llevó directamente a su despacho.El jefe se sentó en su silla, me evaluó y me dijo: —Roberto, lo finges muy bien, he v
—¡Víctor Olivera! ¡Ya has montado bastante escándalo! —Cecilia salió con una mueca irónica. Paseó sus fríos ojos por la sala y nadie se atrevió a mirarla, volviendo a sus puestos de trabajo.Me pareció ver que sus ojos se detuvieron un instante en mi cara...Sacudiendo la cabeza, me apresuré a volver también a mi puesto de trabajo.Cecilia arrastró al anciano de vuelta al despacho y cerró la puerta.No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de maldiciones y objetos pesados cayendo viniera de la oficina.—¡Víctor! ¡En todo el tiempo que hemos estado casados, me he sentido como una viuda! ¡¿Qué quieres más de mí?! Cecilia salió corriendo de la oficina con un moratón en la cara.—¡Te mataré, hija de puta!Con una mirada feroz, Víctor persiguió a Cecilia con un palo en la mano.Me quedé de piedra, ¿qué pasaría si le diera el palo?Al ver a Cecilia correr hacia mí, mi rostro cambió por un momento antes de que finalmente me pusiera de pie y detuviera a Víctor.—¡Aléjate! —Víctor me miró c
Giré la cabeza y vi a Cecilia.Estaba al lado de la cama del hospital, pelando una manzana.—Sra. Lagos.Me incorporé a toda prisa.Cecilia me detuvo: —Túmbate y descansa.—Sra. Lagos, ¿usted me trajo al hospital? —le pregunté.Cecilia asintió: —Te vi desmayado en el suelo cuando salí del trabajo.—Gracias, Sra. Lagos. —La miré agradecido.Cecilia hizo un gesto con la mano y me miró profundamente.—Ro... argh..Estaba a punto de hablar cuando le entró náuseas, se tapó la boca y se desplomó sobre la papelera.—Sra. Lagos, ¿está bien?Estaba un poco preocupado.Cecilia se limpió la boca tras un momento de vómito y me miró.Me estaba incomodando un poco por la forma en que me miraba.—Roberto, estoy embarazada —habló de repente.Me quedé paralizado y la miré extrañado.Toda la empresa sabía de su embarazo después de todo el jaleo que había montado Víctor.Cecilia guardó silencio un momento, mordiéndose el labio inferior: —De tu hijo.—Claro. —Asentí, luego levanté la cabeza y miré a Cecil
—¡Alto!Sin decir una palabra, simplemente me inmovilizaron contra el suelo.Mi mente se quedó en blanco.Hasta que me llevaron a comisaría no volví en sí.¡Cecilia me había tendido una trampa!—¡Oficial! ¡Fui acusado injustamente! ¡Yo no maté a Víctor!El policía dijo escuetamente: —Ayer por la tarde, Víctor te dio una paliza con un grupo de hombres.—Yo...—Víctor tenía la garganta cortada, se desangró por completo, tus huellas estaban en el arma homicida y tu cuerpo estaba cubierto de la sangre de Víctor. Además, las cámaras de vigilancia en la casa de Víctor fue destruida. Así que, tenemos buenas razones para sospechar que lo mataste por venganza.Mi cara se puso pálida por cada palabra que decía.—¡No! ¡Yo no fui! ¡Fue Cecilia la que me dijo que fuera a su casa! Ella fue la que me drogó, ¡ella fue la que mató a Víctor! —grité, pero el policía se limitó a mirarme con indiferencia.Empezó a hacerme preguntas y se las contesté todas.—Agente López, algo no cuadra, no hay casi huellas
Me llamo Roberto Mena y soy vendedor.En los últimos años, por la epidemia, el negocio iba fatal en donde trabajaba, ya era gracias a Dios de que no me habían despedido, y en cuanto a la comisión, ni un céntimo me llevaba.No tuve más remedio que buscar un trabajo a tiempo parcial de masajista en las horas después del trabajo, así podría ganar más dinero para mantener a mi mujer y mi hijo. ¿Por qué masajista? Porque había trabajaba de ello antes y se me daba bien.No tenía título universitario, ya que cuando acabé el bachillerato, fui directamente a una escuela técnica donde enseñaban a masajear con trucos de presión.No obstante, menospreciaba ese tipo de trabajo y, en cuanto me licencié, me busqué un trabajo de vendedor.No me plantearía retomar ese trabajo si no fuera porque me urgía ganar dinero.Mientras buscaba puestos vacantes, me dejé llevar por una idea al enterarme de que los masajistas ciegos ganaban un poco más de dinero.Me compré unas gafas de sol, fingí ser invidente y f
Me dije por dentro que de ninguna manera podría exponerme y empecé a masajearla.La piel de Cecilia era tan suave que tenía un tacto excelente.Seguí mi técnica habitual para el masaje, pero tras unos instantes de presionar, Cecilia habló disgustada:—¿Qué haces? ¿No te dijo tu jefe lo que tienes que hacer?Me quedé atónito, no sabía cómo reaccionar.Entonces me acercó la mano y la apretó contra su culo.Tragué saliva y apreté un poco temblorosamente las manos contra su trasero.Aunque había adivinado cuál era el servicio secreto de este ático cuando mi jefe me lo contó ayer, me quedé un poco asustado cuando empecé a trabajar en ello.Con mis manos en acción, Cecilia no tardó en empezar a gemir.La miré mordiéndose el labio inferior con una mirada coqueta y casi no pude resistirme a abalanzarme sobre ella.Hice todo lo posible para que Cecilia llegara a varios orgasmos.—No está mal, lo haces muy bien —dijo Cecilia cuando terminó, luego se detuvo unos instantes, y encendió un cigarrill
—¡Alto!Sin decir una palabra, simplemente me inmovilizaron contra el suelo.Mi mente se quedó en blanco.Hasta que me llevaron a comisaría no volví en sí.¡Cecilia me había tendido una trampa!—¡Oficial! ¡Fui acusado injustamente! ¡Yo no maté a Víctor!El policía dijo escuetamente: —Ayer por la tarde, Víctor te dio una paliza con un grupo de hombres.—Yo...—Víctor tenía la garganta cortada, se desangró por completo, tus huellas estaban en el arma homicida y tu cuerpo estaba cubierto de la sangre de Víctor. Además, las cámaras de vigilancia en la casa de Víctor fue destruida. Así que, tenemos buenas razones para sospechar que lo mataste por venganza.Mi cara se puso pálida por cada palabra que decía.—¡No! ¡Yo no fui! ¡Fue Cecilia la que me dijo que fuera a su casa! Ella fue la que me drogó, ¡ella fue la que mató a Víctor! —grité, pero el policía se limitó a mirarme con indiferencia.Empezó a hacerme preguntas y se las contesté todas.—Agente López, algo no cuadra, no hay casi huellas
Giré la cabeza y vi a Cecilia.Estaba al lado de la cama del hospital, pelando una manzana.—Sra. Lagos.Me incorporé a toda prisa.Cecilia me detuvo: —Túmbate y descansa.—Sra. Lagos, ¿usted me trajo al hospital? —le pregunté.Cecilia asintió: —Te vi desmayado en el suelo cuando salí del trabajo.—Gracias, Sra. Lagos. —La miré agradecido.Cecilia hizo un gesto con la mano y me miró profundamente.—Ro... argh..Estaba a punto de hablar cuando le entró náuseas, se tapó la boca y se desplomó sobre la papelera.—Sra. Lagos, ¿está bien?Estaba un poco preocupado.Cecilia se limpió la boca tras un momento de vómito y me miró.Me estaba incomodando un poco por la forma en que me miraba.—Roberto, estoy embarazada —habló de repente.Me quedé paralizado y la miré extrañado.Toda la empresa sabía de su embarazo después de todo el jaleo que había montado Víctor.Cecilia guardó silencio un momento, mordiéndose el labio inferior: —De tu hijo.—Claro. —Asentí, luego levanté la cabeza y miré a Cecil
—¡Víctor Olivera! ¡Ya has montado bastante escándalo! —Cecilia salió con una mueca irónica. Paseó sus fríos ojos por la sala y nadie se atrevió a mirarla, volviendo a sus puestos de trabajo.Me pareció ver que sus ojos se detuvieron un instante en mi cara...Sacudiendo la cabeza, me apresuré a volver también a mi puesto de trabajo.Cecilia arrastró al anciano de vuelta al despacho y cerró la puerta.No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de maldiciones y objetos pesados cayendo viniera de la oficina.—¡Víctor! ¡En todo el tiempo que hemos estado casados, me he sentido como una viuda! ¡¿Qué quieres más de mí?! Cecilia salió corriendo de la oficina con un moratón en la cara.—¡Te mataré, hija de puta!Con una mirada feroz, Víctor persiguió a Cecilia con un palo en la mano.Me quedé de piedra, ¿qué pasaría si le diera el palo?Al ver a Cecilia correr hacia mí, mi rostro cambió por un momento antes de que finalmente me pusiera de pie y detuviera a Víctor.—¡Aléjate! —Víctor me miró c
Agaché la cabeza, sin atreverme a mirarle a los ojos.No hizo falta pensar mucho para suponer que su mirada indicaba querer devorarme.Estuve en silencio todo el tiempo durante la entrega de premio y no dije ni una palabra.Cuando terminaron la entrega de premios, salí corriendo del escenario lo más rápido que pude.Por la noche, cuando fui al salón de masajes, me encontré con el jefe nada más entrar.—Roberto, ven conmigo.El rostro del jefe era frío.Pensé que algo había pasado y le pregunté: —¿Adónde, señor?Con eso, avancé tocando las paredes.El jefe resopló y me lanzó una mirada, luego dijo: —Vamos, deja de fingir, yo lo sé todo, ¡tú no eres ciego!Mi cuerpo se estremeció.Efectivamente, ¡no podía evitar este momento!Lo sabía, debía ser Cecilia quien se lo reveló, pues me vio hoy y se molestó.Bajé la mano y miré a mi jefe, esperando a que hablara.—Sígueme.Me llevó directamente a su despacho.El jefe se sentó en su silla, me evaluó y me dijo: —Roberto, lo finges muy bien, he v
Esta vez no me resistí.Daba demasiado, y era irresistible para mí.Lo hicimos durante media hora.Casi se me rompía la cintura.Después, se fumó un cigarrillo fino y no dijo nada.Me froté la cadera y murmuré para mí: «Creía que Cecilia está casada. ¿Por qué parece una insatisfecha en la cama? ¿Acaso su marido es impotente?».Un millón de posibilidades cruzaron mi mente.—¡Roberto, Roberto!Justo cuando estaba absorto en mis pensamientos, un walkie-talkie que llevaba en la camisa sonó.Volví en sí y me apresuré a hablar por el interfono.—Juan, ¿qué pasa?Juan gritó ansioso: —¡Date prisa y lleva a tu clienta al pasadizo secreto! ¡Alguien está subiendo!Estaba tan asustado que me entraron sudores fríos en la espalda.Cada habitación de esta planta tenía un pasadizo secreto para que, en caso de emergencia, las clientas VIPs pudieran huir tranquilamente.No tuve tiempo de pensarlo, pues fui inmediatamente a la esquina y presioné un lugar oculto.El tapiz se abrió y apareció una puerta se
Me dije por dentro que de ninguna manera podría exponerme y empecé a masajearla.La piel de Cecilia era tan suave que tenía un tacto excelente.Seguí mi técnica habitual para el masaje, pero tras unos instantes de presionar, Cecilia habló disgustada:—¿Qué haces? ¿No te dijo tu jefe lo que tienes que hacer?Me quedé atónito, no sabía cómo reaccionar.Entonces me acercó la mano y la apretó contra su culo.Tragué saliva y apreté un poco temblorosamente las manos contra su trasero.Aunque había adivinado cuál era el servicio secreto de este ático cuando mi jefe me lo contó ayer, me quedé un poco asustado cuando empecé a trabajar en ello.Con mis manos en acción, Cecilia no tardó en empezar a gemir.La miré mordiéndose el labio inferior con una mirada coqueta y casi no pude resistirme a abalanzarme sobre ella.Hice todo lo posible para que Cecilia llegara a varios orgasmos.—No está mal, lo haces muy bien —dijo Cecilia cuando terminó, luego se detuvo unos instantes, y encendió un cigarrill
Me llamo Roberto Mena y soy vendedor.En los últimos años, por la epidemia, el negocio iba fatal en donde trabajaba, ya era gracias a Dios de que no me habían despedido, y en cuanto a la comisión, ni un céntimo me llevaba.No tuve más remedio que buscar un trabajo a tiempo parcial de masajista en las horas después del trabajo, así podría ganar más dinero para mantener a mi mujer y mi hijo. ¿Por qué masajista? Porque había trabajaba de ello antes y se me daba bien.No tenía título universitario, ya que cuando acabé el bachillerato, fui directamente a una escuela técnica donde enseñaban a masajear con trucos de presión.No obstante, menospreciaba ese tipo de trabajo y, en cuanto me licencié, me busqué un trabajo de vendedor.No me plantearía retomar ese trabajo si no fuera porque me urgía ganar dinero.Mientras buscaba puestos vacantes, me dejé llevar por una idea al enterarme de que los masajistas ciegos ganaban un poco más de dinero.Me compré unas gafas de sol, fingí ser invidente y f