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Capítulo 1729

Simón levantó su Tridente de Trueno con la mano izquierda y lo lanzó con precisión hacia las serpientes de fuego. En el impacto, el tridente explotó de repente, haciendo que las serpientes se desintegraran en una lluvia de llamas que cayó al suelo.

Con Constanza e Isolde resguardadas tras él, Simón les ordenó: —Retrocedan de inmediato, yo me encargaré de esto.

Mientras las llamas caídas comenzaban a reagruparse, otras ocho serpientes avanzaban de forma vertiginosa por el flanco. Bastian, de pie sobre la cabeza de una gigantesca serpiente de fuego, sostenía su hacha de doble filo y lo miraba con desprecio. Con una sonrisa de autosuficiencia, proclamó: —Tus esfuerzos son inútiles. Cualquiera que entre en el Dominio de Serpientes de Fuego está condenado a morir.

Simón mantuvo su expresión impasible, mientras su mente trabajaba a gran velocidad en busca de una solución. Si las serpientes no podían ser destruidas, eso significaba que no eran manifestaciones directas de energía espiritual. A
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