Salió de allí tambaleándose. El corredor parecía estrecharse poco a poco a su alrededor. Las náuseas le movían el suelo pero algo en su interior era más fuerte y le decía que no podía desmayarse. Apretó el botón de estacionamiento en el panel del ascensor y se hizo un pequeño ovillo en un rincón hasta que lo sintió detenerse.
Salió a la semipenunbra del estacionamiento y miró a todos lados, sin ver el auto de Mireya. La verdad era que no sabía cuánto tiempo había pasado en el departamento de Connor, pero jamás en toda su vida se había sentido más desamparada.
Cerró los ojos por un segundo, apoyando la cabeza contra la pared, pero volvió a abrirlos cuando escuchó un coche deteniéndose junto a ella.
—Vamos, niña. Hora de irnos —la apremió la mujer y Virginia s
Tras días. Tres días le tomó a Connor dejar de torturarse por aquel encuentro con Virginia. Se había permitido ahogarse en un pozo de whisky y remordimiento porque no había una sola de sus palabras que no le repicara en la cabeza, especialmente aquellas donde lo acusaba de poner primero su reputación antes que sus sentimientos por ella.Connor quería creer que no era verdad. Quería creer que estaba en su derecho de sentirse traicionado y herido porque ella lo había engañado, pero por desgracia, en los momentos justos en que el whisky pasaba, la resaca le traía una verdad que no podía evitar:Sí, estaba priorizando salvar su reputación que ayudarla a ella. Estaba poniendo su nombre por encima de todo, siempre lo había hecho… a excepción de ella, y de alguna forma estaba usando su engaño para volver a ser el hombre que había sido antes de c
…Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días…Connor pestañeó tan despacio que parecía drogado. Se tambaleó contra el cristal del ventanal de su oficina y Jacob corrió hacia él.—No… —murmuró desprendiéndose de las manos que pretendían ayudarlo y tambaleándose hasta el otro lado de la oficina—. No… no es cierto… Jake… no…—Connor, lo siento. De verdad pensé que ya lo sabías…—No… no es verdad, no&hell
El cerrojo de la puerta principal se descorrió a las nueve de la noche de un día… cualquier día… igual Connor no tenía idea de cuánto tiempo había pasado o de qué fecha era. Su celular se había descargado completamente hacía semanas, y las cortinas echadas del departamento ni siquiera le permitían saber si era de día o de noche. solo sabía que el otoño ya estaba muy avanzado, porque el frío se sentía hasta los huesos.No recordaba la última vez que alguien había ido a su departamento a limpiar o... a cualquier cosa. Ni siquiera se molestó en moverse del sofá, tampoco recordó la última vez que se había levantado de allí. Frente a sus ojos pasaba un programa tras otro de Amazon Prime pero él no los veía. Simplemente existía… el mundo giraba… el tiempo pasaba
Connor se miró al espejo. Tenía las cuencas de los ojos hundidas, el cabello un poco largo y la barba descuidada. Aún así decidió no afeitarse, solo la recortó lo suficiente para no parecer un indigente. Se vistió con ropa informal y salió del edificio, metiéndose en la locura del tráfico matutino. Miró aquel pequeño papel donde Jacob le había escrito la dirección del cementerio donde estaba enterrada Baby, y respiró hondo porque fuerza no era precisamente algo que le sobrara en ese momento. Llegó al Forest Lawn Memorial Park y paso a paso, con la sombra de la culpa flotando sobre él, buscó la tumba de Baby. Era la primera vez que la visitaba, no se había atrevido hasta ese momento. El frío era horrible y la llovizna caía sobre ella, haciendo apenas distinguible la lápida, blanca y pesada. Y el simple hecho de leer la inscripción le revolvió el estómago. «Virginia Lynn Vanderville. Amada hija y hermana». Aquello le encendió la sangre a Connor. Ninguno de ellos la había amado en abs
Jackson Argent era un hombre que no aparentaba la edad que tenía. No pasaba de los treinta años, pero su profesión como corresponsal de guerra primero y como periodista investigativo después, lo había hecho ver más horrores en los últimos diez años, de los que mucha gente veía en toda su vida.Por eso cuando Connor Sheffield se había aparecido en su puerta, cargando el legajo con los archivos originales contra INVEXA, no había dudado ni un solo segundo en dejarlo pasar. Las siguientes semanas habían sido brutales. Apenas dormían, comían apurados e investigaban tanto y tan profundo como podían pero a cada paso parecía que todo se enredaba más.Connor vivía de sus inversiones en las compañías que una vez había representado, y Jacob le enviaba también su parte de las regalías por la sociedad con el nuevo despacho
Connor golpeaba una y otra vez el saco de boxeo; con la velocidad de un profesional, la fuerza de un hombre determinado y la violencia de un asesino común. Era una combinación extraña, pero desde que lo habían dejado tirado medio muerto en el suelo de su departamento, había entendido que aquella sería una batalla en todos los sentidos.Había estado tan desesperado por demostrar la verdad, que no se había percatado de que debía estar vivo para llevarla hasta sus últimas consecuencias cuando la hallara.Por suerte Jackson lo había encontrado y su médico personal, Alan, lo había compuesto lo mejor que podía. Cuatro costillas fracturadas, un hombro dislocado y contusiones como para hacer una exposición. Pero había aprendido la lección.El departamento tenía un nuevo sistema de seguridad, había dejado el alcohol tanto como la culpa se l
Connor sentía que el corazón le iba a estallar. Apartaba a la gente como podía sin dejar de gritarle, hasta que fue capaz de alcanzar su brazo y hacer que aquella mujer se girara.—¡Baby…!La muchacha se bajó los lentes oscuros, dejando ver unos ojos negros que eran dos pozos sin fondo y lo miró de arriba abajo sin permitir que ni una sola emoción alterara su rostro.—Disculpe, pero ese apelativo cariñoso lo reservo solo para mi marido… y usted no se parece en nada a él.Connor se quedó atónito mirándola.—¡Virginia…! —sentía el corazón en la garganta. Las manos le temblaban, tenía los ojos cristalizados y una angustia que apenas lo dejaba hablar—. ¡Virginia…!Intentó llegar a ella y abrazarla pero la muchacha puso las dos manos abiertas frente a él,
Era hermosa. No había otra palabra en la mente de Connor Sheffield que no fuera aquella. Era una mujer hermosa y por más que le repitieran que no era Baby, algo dentro de él no lograba dejar de ver el diabólico parecido con ella. Probablemente lo mejor para él fuera alejarse, tomar los documentos y largarse de vuelta a América, pero simplemente no podía. No podía hacer oídos sordos a esa voz ni ojos ciegos a cada rasgo reconocible en el rostro de Malía Gaitán. Fue completamente capaz de dormir esa noche, repitiéndose cada una de las diferencias que había entre ellas, especialmente en el aspecto físico. Baby solía ser una chica delicada, con curvas lindas pero ligeras, mientras que Malía Gaitán era una mujer entera, definida, voluptuosa. Connor apenas fue capaz de dormir esa noche, y al día siguiente llegó al museo mucho antes de las diez de la mañana, pero no consiguió verla. Recibió los documentos de parte de Talía, y realmente no se atrevió a preguntarle po
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden