Era hermosa. No había otra palabra en la mente de Connor Sheffield que no fuera aquella. Era una mujer hermosa y por más que le repitieran que no era Baby, algo dentro de él no lograba dejar de ver el diabólico parecido con ella.
Probablemente lo mejor para él fuera alejarse, tomar los documentos y largarse de vuelta a América, pero simplemente no podía. No podía hacer oídos sordos a esa voz ni ojos ciegos a cada rasgo reconocible en el rostro de Malía Gaitán.
Fue completamente capaz de dormir esa noche, repitiéndose cada una de las diferencias que había entre ellas, especialmente en el aspecto físico. Baby solía ser una chica delicada, con curvas lindas pero ligeras, mientras que Malía Gaitán era una mujer entera, definida, voluptuosa.
Connor apenas fue capaz de dormir esa noche, y al día siguiente llegó al museo mucho antes de las diez de la mañana, pero no consiguió verla. Recibió los documentos de parte de Talía, y realmente no se atrevió a preguntarle po
Connor la bajó despacio, con las manos firmemente cerradas sobre sus caderas. La dejó en el suelo y se detuvo por un segundo a disfrutar la cercanía de su aliento. Era como estar intoxicado con opio o algo así.—¿Entonces qué va a ser? ¿Mala suerte o premeditación? —murmuró ella y Connor sintió que cada vello de su cuerpo se erizaba ante ese timbre de voz. Cerró los ojos, intentando imaginar un cabello claro y unos ojos azules y coquetos, pero sabía que cuando los abriera no sería eso lo que encontraría.—Creo que no puede llamarse mala suerte a nada que tenga que ver contigo.Se separó de ella con lentitud, resistiendo al deseo insoportable de besarla, de abrazarla, de caer de rodillas a sus pies pidiéndole que lo perdonara…—¿Y bien? ¿Señor Sheffield? —Ella interrumpió sus pensam
Era una completa locura, y Connor ni siquiera era capaz de empezar a enumerar las razones por las que meterse en la casa de Alejandro y Malía Gaitán estaba mal; pero aunque su cerebro era perfectamente capaz de hacer la lista, Connor no era capaz de detenerse.Había algo en él, una última mariposa en su estómago que se negaba a morir, una esperanza que se negaba a aceptar todas y cada una de las coincidencias que unían a Virginia Vanderville con Malía Gaitán.Siempre había sido un abogado respetable, pero en aquellos últimos meses de convivir con un periodista investigativo, Jackson se había ocupado de enseñarle algunos trucos nada respetables.Connor se echó abajo en su asiento mientras vigilaba la casa de los Gaitán, los había seguido desde el museo y ahora solo tenía que esperar a que se fueran a la exposición. Entonces tendría
Dio dos pasos atrás, aturdido. El dolor físico era nada, absolutamente nada comparado con el dolor emocional en el que Connor Sheffield se había estado ahogando en el último año.—¿Te volviste loco? ¡Soy una mujer casada! —exclamó Malía furiosa.Connor la miró a través de aquella muralla cristalina que eran sus lágrimas y se tambaleó un poco, intentando alcanzar una pared para no caerse.—Lo siento… lo… lo siento, no sé qué… ¡Oh Dios, qué estaba pensando…!Malía lo vio inclinarse hacia adelante, sosteniéndose el pecho como si no pudiera respirar, y maldijo por lo bajo antes de empujar hacia él la pequeña banqueta del tocador y obligarlo a sentarse.--Oye… de verdad, ¿qué te pasa? ¿Necesitas un médico o algo? ¿Quieres qu
El mundo se había tornado oscuro de repente, como si no pudiera ver, escuchar o sentir nada más que no fuera el llanto de aquel bebé. Connor ni siquiera vio a dónde se dirigía, los pasillos que recorría o las puertas que atravesaba, solo sabía que detrás de la última que empujó estaba… él.El cuarto era de un color azul muy pálido, con nubecitas blancas pintadas en las paredes. Era pequeño, acogedor y cálido, y en medio había una cuna de madera en la que se veía un bebé de pocos meses dando suaves pataditas al aire.Las manos de Malía, que habían estado batallando hasta ese momento por retenerlo, lo soltaron de repente. La mujer pasó a su lado, porque ya no había nada que hacer; y se acercó a la cuna, levantando en brazos al bebé.Quizás a Connor le había llegado a lo más hond
Nadie tenía que decirle que estaba haciendo lo correcto, Connor lo sabía. De pie en la sala de abordaje del aeropuerto de Bilbao, esperando el vuelo 4582 de American Airline hacia Los ángeles, Connor sabía que hacía lo correcto marchándose. Por más que le doliera, Malía no era su mujer, y Sam no era su hijo. Ellos solo eran el espejismo con que su cerebro se deleitaba torturándolo. Miró con impaciencia su reloj, faltaban solo quince minutos para que comenzaran a abordar. Y entonces todo habría terminado. En medio día estaría de regreso en Los Ángeles, y trataría de olvidarse de Malía, del bebé, y de aquel breve instante en que había creído que la vida podía ser buena de nuevo. Escuchó la primera llamada a abordar justo en el momento en que su celular comenzó a sonar. Connor vio el nombre de Jackson brillando en la pantalla y se apresuró a responderle. —¿Jackson? Todo bien —preguntó preocupado. —No, no muy bien, volvieron a atacar a Michael —re
Malía se quedó estática mirando al hombre que tenía en frente, vestido de traje y completamente seguro de sí mismo. Lo miró a los ojos, y después a aquella mano fuerte que extendía en su dirección… ¡y luego se descolgó el bolso que llevaba y le pegó con él!—¿Se volvió loco? ¿¡Qué demonios está haciendo aquí!? —exclamó sorprendida.Connor no pudo evitar sonreír mientras la veía tener un berrinche muy impropio de la dama que era.—Esta es mi oficina. Voy a estar aquí por algún tiempo pero necesito ayuda —dijo dándole la vuelta al escritorio.—Señor Sheffield… pensé que había quedado claro que yo no soy…—No eres Baby. Lo sé —suspiró él empujando hacia ella una de las si
Connor miró alrededor, al pequeño y acogedor departamento que había rentado hacía dos días. Jamás había estado en un lugar tan chico, ni siquiera cuando era estudiante. Se sentía algo así como una casa de muñecas, en especial para un hombre de su tamaño, pero sin dudas era ideal para pasar desapercibido.Tenía un espacio abierto donde se dividían una sala, la cocinita, el comedor y algo que se parecía a un área de descanso con una terraza. Solo había dos habitaciones, Connor usaba una para dormir, y en la otra había puesto un escritorio con todo el trabajo que se llevaba a casa, había instalado una caja fuerte en uno de los closets y lo más importante lo guardaba ahí.La oficina la usaría solo para hablar con gente relacionada al caso, y para ponérselo difícil al que llegara, la había saturado de documen
Malía abrazó a Sam y se tranquilizó cuando lo sintió calmarse un poco.—¿Por qué no le damos un baño tibio? —le sugirió Connor—. Eso seguro hará que se sienta mejor.La muchacha asintió.—Sí, lo sé… me cansé de leer libros de bebés durante mi embarazo es solo que… —Puso los ojos en blanco.—¿Cuando el bebé realmente llora, te olvidas de todo lo que aprendiste? —sonrió Connor.—Sí, más o menos así —admitió ella—. Vamos a bañarlo entonces.Connor la siguió escaleras arriba, hasta la habitación de Sam, mientras una sensación extraña recorría su cuerpo.—¿Puedes sostenerlo por un momento? En lo que le preparo el baño —le preguntó Malía y Con
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden