Share

Lágrimas de Cenizas
Lágrimas de Cenizas
Author: Carina

Capítulo 1

Author: Carina
Fui diagnosticada con un cáncer muy agresivo en etapa terminal. Muerta de miedo y con el alma desgarrada, acudí a mis adinerados padres para pedirles quince dólares. Solo quería comprar ropa digna para mi propio entierro. Su respuesta fue una reprimenda que se extendió durante tres interminables horas.

—¿Tienes idea de cuánto tiempo pueden sobrevivir los niños de zonas pobres con 15 dólares? ¿Cómo pude criar a una derrochadora como tú? —bramó mi padre, sus palabras estaban cargadas de desprecio.

—Has sido una mimada desde que naciste. Es imposible que esté enferma de cáncer. Y si tan enferma estás, ¿por qué te ves muy bien ahora? —soltó mi madre con desdén.

Me senté en la entrada del hospital, desesperada, palpé las dos últimas monedas que me quedaban en el bolsillo. Apenas lo justo para el ómnibus de vuelta a casa. Llevaba unos días que no comía una comida decente, mientras mis padres biológicos derrochaban una fortuna alquilando un parque de diversiones para mi hermana adoptiva.

Mis padres me habían desalojado bajo el pretexto de que las niñas deben crecer en ambientes austeros para desarrollar un carácter fuerte.

Al llegar al viejo almacén abandonado, me acurruqué en el rincón, abrazando con fuerza mi única posesión: una muñeca desgastada por los años.

Fue en ese preciso instante cuando lo supe con certeza. No importaba lo que sucediera después, nunca volvería a aquella mansión que jamás fue un hogar para mí.

Mientras el sueño comenzaba a vencerme, mi padre me llamó. Con manos temblorosas, atendí la llamada, pero solo recibía una avalancha de gritos furiosos:

—¿De dónde sacaste tanto dinero en tu cuenta? ¡Maldita ladrona, seguro lo robaste de casa! Ya transferí todo el dinero en tu cuenta a tu hermana. Al menos ella sabe administrar el dinero, no como tú.

Mi mente se paralizó al comprender que hablaba de los 2,800 dólares que acababan de depositarme. Era el salario de un mes agotador trabajando en varios empleos a tiempo parcial.

Apreté los puños con tanta fuerza que sentí las uñas clavarse en mis palmas. Un nudo amargo me atenazaba la garganta, ahogando cualquier intento de defensa. Qué ingenua había sido al tener la esperanza de que ellos me salvarían. Intenté hablar, pero las palabras se negaron a salir. Mi padre, interpretando mi silencio como culpabilidad, continuó su letanía de insultos antes de cortar la llamada.

Un dolor lacerante me atravesó el cuerpo, una agonía que se extendía desde los huesos hasta la última fibra de mi ser. Me doblé sobre la cama y vomité.

Mirando los cuatro dólares que quedaban en mi cuenta, me incorporé tambaleante. Tenía que irme al hospital para conseguir algunos analgésicos.

Jamás imaginé encontrarme con Yolanda Villalba en la entrada del hospital. Ahí estaba ella, con un parche para la fiebre en la frente, rodeada por mis padres que la miraban con ojos desbordantes de preocupación y un séquito de médicos especialistas.

—Ana, ¿qué haces aquí? No has aparecido por la escuela estos días. Me dijeron que te fuiste a vivir con tu novio —comentó, mientras su mirada se deslizaba intencionadamente hacia mi vientre.

Mi enfermedad me había vuelto más sensible al frío que la gente común. Por eso, antes de salir del sótano, me había puesto varias capas de ropa, lo que me hacía ver más voluminosa y torpe de lo normal.

Yolanda se cubrió la boca con fingida sorpresa y preguntó:

—¿Ana, es cierto que estás embarazada? ¿Viniste sola al hospital? ¿Tu novio no te acompaña?

Al escucharla, mis padres estallaron:

—¿Así que el dinero que pedías era para abortar? ¡Desgraciada! Hasta inventaste lo del cáncer para engañarnos. ¡Te maldices a ti misma solo para sacarnos dinero!

Una agonía me atravesó el pecho. Si tan solo se hubieran molestado en preguntar por mi situación, sabrían que había dejado la escuela hace tiempo, mucho menos habría tenido tiempo para involucrarme con hombre alguno.

Mi padre me agarró con violencia de la oreja y, frente a todos, intentó darme una lección. El mareo me invadió de golpe, mis piernas flaquearon y casi me desplomé.

Intenté mostrarles el diagnóstico que sostenía en mi mano temblorosa, suplicando que no creyeran en las mentiras de Yolanda. Pero ni siquiera lo miraron. Mi padre lo arrojó al suelo y lo pisoteó sin vacilar, mientras gritaba:

—¡Incluso quedas embarazada de un cualquiera! ¡Aléjalo de mí! ¡No contamines mis ojos con tus porquerías!

—No es así... No estoy embarazada, jamás les he mentido, por favor, créanme —supliqué entre sollozos.

Pero mis palabras se perdieron en el vacío. Tomaron la mano de Yolanda y se marcharon, dejándome sola con mi dolor.

Gasté hasta la última moneda en analgésicos. Me lo tomé uno tras otro. ¿Pero por qué mi corazón sigue doliendo tanto? ¿Por qué este frío no abandona mi cuerpo?”, me pregunté en silencio.

Arrastrando mi cuerpo debilitado, salí del hospital. Alcé la vista hacia el cielo gris azulado y, por primera vez en mi vida, me sentí verdaderamente perdida, sin saber hacia dónde dirigir mis pasos.

Related chapters

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 2

    En ese preciso instante, la pantalla gigante del centro comercial mostraba el video de la fastuosa celebración del cumpleaños de Yolanda.Ella estaba de pie frente a una torta que rozaba un metro ochenta de altura, enfundada en un vestido de alta costura tachonado de cristales. Con los ojos cerrados, pidió su deseo:—Quiero que papá, mamá y yo estemos siempre juntos, y que todos los niños enfermos del mundo se recuperen pronto.Una oleada de aplausos inundó el salón, mientras los regalos se acumulaban en cascada desde el interior hasta desbordar las puertas. Mi padre, con un gesto grandilocuente, proclamó: —En nombre de mi hija, dono un millón y medio de dólares para los niños enfermos.El estruendo de los aplausos se multiplicó. Todos los presentes vitoreaban a mi padre y a mi hermana adoptiva. Ellos tres, cual estampa de familia perfecta, irradiaban una felicidad que me quemaba el alma.Las lágrimas que había contenido con tanto esfuerzo finalmente cayeron.La multitud que colmaba

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 3

    Yolanda esbozó una sonrisa altanera, irguió la cabeza con desdén y sentenció: —Está bien, vámonos adentro. Es solo una empleada. Mis padres se encargarán de ella cuando acabe la fiesta. El agua gélida me invadió la nariz y la boca. Las fuerzas me abandonaban; ya no podía mantenerme a flote. Mi cuerpo exhausto se hundió sin resistencia hasta el fondo de la piscina. Antes de que la oscuridad me envolviera por completo, sentí que alguien me rescataba. En ese mismo instante, escuché la voz alegre de mi padre: —Les doy la bienvenida a todos a la fiesta de cumpleaños de mi adorada hija.Después de aquello, me convertí en un espíritu. No recordaba cómo había muerto, solo sabía que mi alma había quedado atrapada en aquella casa, sin poder irme.Presenciaba las conversaciones de mis padres como una sombra invisible:—Hace tiempo que no sabemos nada de Ana. El mes que viene es su cumpleaños. Deberíamos llamarla; nuestra hija también cumplirá los 18 —comentó mi madre, distraída.—Esa niña es un

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 4

    Al llegar al hospital, el médico los recibió con una mirada cargada de desprecio. Aun así, cumpliendo con su deber profesional, les narró con voz grave los últimos días de mi existencia:—Ana fue una paciente extraordinariamente valiente. Padecía una enfermedad terminal, pero jamás se quejó del dolor. Cuando estaba en una etapa temprana, la llamé para empezar la quimioterapia. Pero ella me dijo que no tenía dinero y se fue sin decir nada.—¿Quimioterapia? ¿De qué demonios hablas? ¡No digas tonterías! Mi hija estaba perfectamente sana —rugió mi padre, abalanzándose sobre el médico con los puños crispados.El doctor retrocedió, con una expresión de repugnancia que no podía ocultar y dijo:—En todos mis años de profesión, jamás había visto unos padres así. Su hija lleva un año muerta, y ustedes ni siquiera se habían enterado.Mi padre, fuera de sí, se aferró a la bata del médico como un náufrago a su tabla y empezó a gritar: —¡Dime! ¿Dónde está mi Ana? ¿Dices que murió? ¡Mentira! Estaba

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 5

    Entraron al almacén con una linterna, donde encontraron un espacio lleno de basura que despedía un olor insoportable. En el suelo vieron un colchón roto y sucio que, sin duda, había sido mi cama. Entre todo ese desorden, encontraron lo único que me pertenecía: la muñeca que me había llevado de casa. A pesar de estar desgastada por los años y llena de parches, se notaba que alguien la había remendado con mucho cariño. El colchón estaba teñido con la sangre que derramé en mis últimas horas. Mis padres quedaron petrificados ante la escena, sus mentes eran incapaces de procesar el horror frente a sus ojos. Desde la entrada, Yolanda los llamaba a gritos mientras se cubría la nariz, negándose a entrar en aquel lugar inmundo.Mi padre muy molesto, le respondió con rabia:—¡Silencio! ¿De verdad crees que es momento para tus caprichos? No tenemos tiempo para tus quejas. ¡Vete de aquí!Yolanda jamás había oído a sus padres hablarle así. Las lágrimas brotaron de inmediato, pero su llanto solo a

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 6

    Al ampliar la imagen, descubrieron que estaba llamando a mi mamá, suplicando que me prestara quince dólares.—¡Todo fue mi culpa por no creerte en ese momento, Ana! ¡Yo fui quien te lastimó! —exclamó mi madre, con la voz rota por el dolor. Las lágrimas inundaban su rostro cuando, de repente, su cuerpo cedió. Se desplomó al suelo, consumida por el llanto, hasta perder el conocimiento. Mi padre pidió revisar las grabaciones de las cámaras cercanas al almacén de la escuela. En ellas, me veían avanzar tambaleante, apenas respirando, arrastrándome débilmente. Antes de alcanzar la puerta, caí violentamente, dejando tras de mí un rastro de sangre. No lejos de allí, mi padre caminaba feliz, tomando la mano de Yolanda mientras la acompañaba a la escuela. "En ese instante, si mi padre hubiera mirado un poco más allá, ¿será que me habría visto agonizando a tan solo unos pasos?" pensé.Las grabaciones continuaron hasta el día de mi muerte. Mostraban a Yolanda abriendo la puerta del almacén para

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 7

    —¡Ana, te fallé, hija! —dijo mi padre con voz quebrada—. Todos estos años me equivoqué, y con mis propias manos te llevé a la tumba.—Susana, ¿Ana nos dejó algo? —preguntó con desesperación.—Sí, señor. La señorita me dejó su diario y me pidió que se lo entregara después de su muerte.Sin esperar más, abrieron mi diario y comenzaron a leer:[Hoy es mi cumpleaños. Papá me regaló una muñeca preciosa. ¡La adoro! La llevaré siempre conmigo porque representa el amor de mis padres.][Ha llegado una hermanita a casa. Papá y mamá me pidieron tratarla bien. Aunque me esfuerzo por ser buena con ella, siento que me odia. Pero seguiré el consejo de mis padres y la trataré como si fuera mi verdadera hermana.][Hoy mi hermanita rompió una antigüedad valiosa de papá, pero dijo que fui yo. Papá me pegó tan fuerte que me duele todo el cuerpo. No importa cuánto intente explicarlo, nadie me escucha. Me siento muy mal...]Cada página mostraba mi amor incondicional hacia mis padres. Cuando llegaron al fina

Latest chapter

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 7

    —¡Ana, te fallé, hija! —dijo mi padre con voz quebrada—. Todos estos años me equivoqué, y con mis propias manos te llevé a la tumba.—Susana, ¿Ana nos dejó algo? —preguntó con desesperación.—Sí, señor. La señorita me dejó su diario y me pidió que se lo entregara después de su muerte.Sin esperar más, abrieron mi diario y comenzaron a leer:[Hoy es mi cumpleaños. Papá me regaló una muñeca preciosa. ¡La adoro! La llevaré siempre conmigo porque representa el amor de mis padres.][Ha llegado una hermanita a casa. Papá y mamá me pidieron tratarla bien. Aunque me esfuerzo por ser buena con ella, siento que me odia. Pero seguiré el consejo de mis padres y la trataré como si fuera mi verdadera hermana.][Hoy mi hermanita rompió una antigüedad valiosa de papá, pero dijo que fui yo. Papá me pegó tan fuerte que me duele todo el cuerpo. No importa cuánto intente explicarlo, nadie me escucha. Me siento muy mal...]Cada página mostraba mi amor incondicional hacia mis padres. Cuando llegaron al fina

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 6

    Al ampliar la imagen, descubrieron que estaba llamando a mi mamá, suplicando que me prestara quince dólares.—¡Todo fue mi culpa por no creerte en ese momento, Ana! ¡Yo fui quien te lastimó! —exclamó mi madre, con la voz rota por el dolor. Las lágrimas inundaban su rostro cuando, de repente, su cuerpo cedió. Se desplomó al suelo, consumida por el llanto, hasta perder el conocimiento. Mi padre pidió revisar las grabaciones de las cámaras cercanas al almacén de la escuela. En ellas, me veían avanzar tambaleante, apenas respirando, arrastrándome débilmente. Antes de alcanzar la puerta, caí violentamente, dejando tras de mí un rastro de sangre. No lejos de allí, mi padre caminaba feliz, tomando la mano de Yolanda mientras la acompañaba a la escuela. "En ese instante, si mi padre hubiera mirado un poco más allá, ¿será que me habría visto agonizando a tan solo unos pasos?" pensé.Las grabaciones continuaron hasta el día de mi muerte. Mostraban a Yolanda abriendo la puerta del almacén para

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 5

    Entraron al almacén con una linterna, donde encontraron un espacio lleno de basura que despedía un olor insoportable. En el suelo vieron un colchón roto y sucio que, sin duda, había sido mi cama. Entre todo ese desorden, encontraron lo único que me pertenecía: la muñeca que me había llevado de casa. A pesar de estar desgastada por los años y llena de parches, se notaba que alguien la había remendado con mucho cariño. El colchón estaba teñido con la sangre que derramé en mis últimas horas. Mis padres quedaron petrificados ante la escena, sus mentes eran incapaces de procesar el horror frente a sus ojos. Desde la entrada, Yolanda los llamaba a gritos mientras se cubría la nariz, negándose a entrar en aquel lugar inmundo.Mi padre muy molesto, le respondió con rabia:—¡Silencio! ¿De verdad crees que es momento para tus caprichos? No tenemos tiempo para tus quejas. ¡Vete de aquí!Yolanda jamás había oído a sus padres hablarle así. Las lágrimas brotaron de inmediato, pero su llanto solo a

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 4

    Al llegar al hospital, el médico los recibió con una mirada cargada de desprecio. Aun así, cumpliendo con su deber profesional, les narró con voz grave los últimos días de mi existencia:—Ana fue una paciente extraordinariamente valiente. Padecía una enfermedad terminal, pero jamás se quejó del dolor. Cuando estaba en una etapa temprana, la llamé para empezar la quimioterapia. Pero ella me dijo que no tenía dinero y se fue sin decir nada.—¿Quimioterapia? ¿De qué demonios hablas? ¡No digas tonterías! Mi hija estaba perfectamente sana —rugió mi padre, abalanzándose sobre el médico con los puños crispados.El doctor retrocedió, con una expresión de repugnancia que no podía ocultar y dijo:—En todos mis años de profesión, jamás había visto unos padres así. Su hija lleva un año muerta, y ustedes ni siquiera se habían enterado.Mi padre, fuera de sí, se aferró a la bata del médico como un náufrago a su tabla y empezó a gritar: —¡Dime! ¿Dónde está mi Ana? ¿Dices que murió? ¡Mentira! Estaba

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 3

    Yolanda esbozó una sonrisa altanera, irguió la cabeza con desdén y sentenció: —Está bien, vámonos adentro. Es solo una empleada. Mis padres se encargarán de ella cuando acabe la fiesta. El agua gélida me invadió la nariz y la boca. Las fuerzas me abandonaban; ya no podía mantenerme a flote. Mi cuerpo exhausto se hundió sin resistencia hasta el fondo de la piscina. Antes de que la oscuridad me envolviera por completo, sentí que alguien me rescataba. En ese mismo instante, escuché la voz alegre de mi padre: —Les doy la bienvenida a todos a la fiesta de cumpleaños de mi adorada hija.Después de aquello, me convertí en un espíritu. No recordaba cómo había muerto, solo sabía que mi alma había quedado atrapada en aquella casa, sin poder irme.Presenciaba las conversaciones de mis padres como una sombra invisible:—Hace tiempo que no sabemos nada de Ana. El mes que viene es su cumpleaños. Deberíamos llamarla; nuestra hija también cumplirá los 18 —comentó mi madre, distraída.—Esa niña es un

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 2

    En ese preciso instante, la pantalla gigante del centro comercial mostraba el video de la fastuosa celebración del cumpleaños de Yolanda.Ella estaba de pie frente a una torta que rozaba un metro ochenta de altura, enfundada en un vestido de alta costura tachonado de cristales. Con los ojos cerrados, pidió su deseo:—Quiero que papá, mamá y yo estemos siempre juntos, y que todos los niños enfermos del mundo se recuperen pronto.Una oleada de aplausos inundó el salón, mientras los regalos se acumulaban en cascada desde el interior hasta desbordar las puertas. Mi padre, con un gesto grandilocuente, proclamó: —En nombre de mi hija, dono un millón y medio de dólares para los niños enfermos.El estruendo de los aplausos se multiplicó. Todos los presentes vitoreaban a mi padre y a mi hermana adoptiva. Ellos tres, cual estampa de familia perfecta, irradiaban una felicidad que me quemaba el alma.Las lágrimas que había contenido con tanto esfuerzo finalmente cayeron.La multitud que colmaba

  • Lágrimas de Cenizas   Capítulo 1

    Fui diagnosticada con un cáncer muy agresivo en etapa terminal. Muerta de miedo y con el alma desgarrada, acudí a mis adinerados padres para pedirles quince dólares. Solo quería comprar ropa digna para mi propio entierro. Su respuesta fue una reprimenda que se extendió durante tres interminables horas.—¿Tienes idea de cuánto tiempo pueden sobrevivir los niños de zonas pobres con 15 dólares? ¿Cómo pude criar a una derrochadora como tú? —bramó mi padre, sus palabras estaban cargadas de desprecio.—Has sido una mimada desde que naciste. Es imposible que esté enferma de cáncer. Y si tan enferma estás, ¿por qué te ves muy bien ahora? —soltó mi madre con desdén.Me senté en la entrada del hospital, desesperada, palpé las dos últimas monedas que me quedaban en el bolsillo. Apenas lo justo para el ómnibus de vuelta a casa. Llevaba unos días que no comía una comida decente, mientras mis padres biológicos derrochaban una fortuna alquilando un parque de diversiones para mi hermana adoptiva.Mis

Scan code to read on App
DMCA.com Protection Status