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Capítulo 1834

En ese instante, Simón casi había llevado sus fuerzas al límite absoluto. El dolor en su brazo derecho le recordaba que el desgaste era colosal y que no podría sostenerse por mucho tiempo más. Observó cómo las huellas sobre el mar de arena cambiaban de dirección.

—¡Luz del Dios Dragón!

Simón, con los ojos resplandecientes, lanzó un poderoso puñetazo directamente hacia el abdomen de Pelayo.

—¡Graaaargh!

El dragón dorado rugió con furia y salió disparado desde el brazo de Simón. Al mismo tiempo, la fuerza destructiva en forma de sombras y la energía luminosa en blanco puro se descargaron en el abdomen de Pelayo. La energía espiritual del trueno estalló en el aire, creando una figura humana condensada en rayos espirituales.

De pronto, una luz blanca emergió de esa figura de energía, y en un abrir y cerrar de ojos, Pelayo quedó expuesto, rompiendo su estado de invisibilidad mientras soltaba un grito de dolor: —¡Aaaah!

—¡Mis núcleos de fuego!

—¡Argh!

Pelayo escupió una bocanada de sangre y,
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