Era una pregunta terrible, especialmente cuando Virginia tenía el cerebro dopado por el placer. Sentía que su cuerpo podía fundirse con el de Connor si seguían calentándose de aquella manera. Aquellos dedos que se colaron dentro de su braga le erizaron la piel y Connor tomó posesión de su boca en el momento justo en que presionaba aquel punto sensible, haciéndola dar un respingo.
—¡Dios…! —exclamó mientras sus piernas cedían y él la mantenía prisionera entre su cuerpo y la pared para que no se cayera.
—No, Connor Sheffield —rio él y Virginia pegó en el brazo.
—Tarad… ¡aaaah! —se le escapó un gemido cuando Connor presionó suavemente sobre su sexo y se aferró a sus hombros como si fuera lo único que le impidiera desvanecerse.
Pegó la cabeza a la pared y tragó en seco cuando él comenzó a masajear suavemente aquel lugar, haciéndola estremecerse a cada segundo.
Su respiración se hizo pesada mientras sus dedos se cerraban sobre la camisa de Connor,
CAPÍTULO 13Connor suspiró mientras veía a Virginia como una hormiguita loca detrás de su escritorio. Estaba ansiosa, podía notarlo, pero todo aquello desapareció cuando un muchacho que no debía tener más de veinte o veintiún años llegó frente a su mesa. Virginia le estrechó la mano y estuvieron conversando unos cinco minutos mientras Connor se aguantaba los celos como un hombrecito.Finalmente la vio empujar la puerta de cristal de su oficina y asomarse.—Creo que nuestro caso llegó… —dijo un poco nerviosa.—¿En serio? ¿Llegó «llegó», o tú lo encontraste? —preguntó Connor sorprendido. —Un poco de los dos, llámale destino —respondió Virginia.—Está bien, vamos a escucharlo entonces —accedió.
CAPÍTULO 14.Virginia no podía dormir, no podía comer, no tenía paz ni descanso y por más que trataba de disimularlo, Connor se daba cuenta. Estaba a punto de levantarse con las ojeras más horribles cuando sintió un par de manos que la empujaban de nuevo hacia atrás, y el cuerpo pesado y delicioso de Connor cayó a su lado en la cama, haciendo que se hundiera.Tiró de ella y la abrazó, pasando una pierna sobre las suyas para aprisionarla.—Mmmm… ¿Esto qué es? —Sonrió Virginia sin abrir los ojos.—¡Es un secuestro! —declaró Connor en su oído—. Hoy vamos a llegar tarde a la oficina.—¡No me digas!—¡Y sin protestas! Sé que no has dormido más de tres horas, y mi asistente no puede dormirse en su escritorio. Así que nos vamos a acurruca
Encontrar información, especialmente información judicial, no era cosa que se hiciera en media hora. Connor sabía que era normal que Baby se demorara, pero aquel sexto sentido de abogado le decía que algo estaba mal. Apretó el botón del telefonillo y marcó la extensión que estaba más cerca del ascensor.—¿Irene? —llamó y la mujer carraspeó antes de contestarle.—Dígame señor Sheffield.—¿Vio si Baby bajó a los Archivos?La cámara de los archivos estaba un piso más abajo, en un espacio climatizado y preparado para conservar los documentos más antiguos.—Emmm… sí, señor Sheffield, la vi pasar hacia el ascensor, puede haber ido a los archivos.—Gracias —respondió Connor, y trató de abrir la comunicación con el telefon
Connor sintió un nudo en la garganta en el momento en que vio a Virginia apretar el botón del ascensor para cerrar las puertas. ¡Era un imbécil! ¡Pero no por sus reglas sino por haber negado delante de Nigel Thomas que tenía algo con ella! Sabía que eso era lo que le había dado el paso abierto para seguirla acosando.—Tú… ¡estás despedido! —gruñó Jacob Lieberman girándose hacia el hombre que seguía en el suelo—. ¡Recoge tu mugre y lárgate de este despacho!—¡No pueden despedirme! —se envalentonó Nigel, señalando a Connor—. Él fue el que me agredió.—Él estaba salvando a una muchacha de tu acoso sexual, y te garantizo que habrá más de un testigo de eso para declarar en un tribunal —lo amenazó Jacob—. &
Connor respiró hondo, sabía que Baby necesitaba espacio, y él necesitaba tiempo para pensar en cómo solucionar el desastre que había hecho. Pero ni la ducha le refrescó la cabeza, ni las dos horas que pasaron sin que Baby saliera de su habitación fueron las más dulces de su vida.Finalmente la frustración le ganó y empujó aquella puerta como si fuera un huracán.—¡No voy a permitir que…! —estaba listo para entrar en batalla cuando vio los ojos somnolientos de Baby. Estaba acurrucada entre las mantas, durmiendo con un sueño intranquilo y cansado.Connor se acercó a la cama y se sentó detrás de ella. Que estuviera durmiendo a las seis de la tarde no era precisamente bueno. Baby tenía todos los complementos necesarios para deprimirse clínicamente, solo que era tan buena ocultándolo que quiz&aacut
Se dejó arrastrar, esa era la única palabra posible. Virginia se dejó arrastrar hacia la cama y se acostó de lado, ocupando su parte mientras Connor se acostaba del otro lado.—¿Una serie? —preguntó él con coquetería.—Sí, por favor… —murmuró Virginia intentando no mirarlo.—¿De qué la quieres?—Terror. —Pero si Baby creía que una serie de terror le quitaría lo romántico y lo erótico a compartir la cama con Connor Sheffield, estaba muy equivocada.Pasó la siguiente media hora con la nariz escondida bajo las mantas, hasta que el sueño la fue venciendo poco a poco. Estaba en ese punto dulce donde ya no quería abrir los ojos cuando sintió el brazo de Connor llevándola hacia el centro de la cama y dándole la vuelta. Él
Virginia se pasó todo aquel almuerzo con el corazón en la boca, rezando para que el Juez Ordaz no volviera a mencionar el nombre de su madre o hiciera ningún comentario parecido.Por suerte, la conversación pronto se centró en la campaña del juez para lanzarse como senador. Parecía haber un aprecio y un respeto mutuo entre Connor y él, así que estuvieron debatiendo todas las estrategias para controlar los aspectos legales de su campaña.—¿Tengo que preocuparme porque estés aquí? ¡Sabes que te necesito en Los Ángeles! —resopló el juez.—No te preocupes, Jacob está allá y puedes confiar en él como si fuera yo mismo. Resolveremos todos tus asuntos así esté yo en Nueva York o en el mismísimo infierno —le aseguró Connor.—Te lo agradezco, mi jefe de campaña insist&ia
Virginia dejó escapar un jadeo ahogado mientras Connor comenzaba a levantarle la camiseta. Sintió sus labios calientes sobre su vientre, y una mordida suave sobre la parte baja de su seno que la hizo apretar las piernas inconscientemente. Estaban a nada de cruzar aquel punto de no retorno cuando unos golpes insistentes en la puerta los hicieron detenerse.Connor levantó la cabeza sobre el sofá y gruñó con fastidio por la interrupción, pero aunque la puerta tenía un timbre perfectamente funcional, la persona que estaba afuera seguía golpeando con desesperación sobre la madera.—¡Maldición! ¡SI es Jake te juro que lo voy a matar! —exclamó Connor por lo bajo mientras hacía un esfuerzo supremo por esconder la erección que tenía.Abrió la puerta a punto de ponerse a gritar, pero del otro lado de la entrada lo esperaba la figura de un
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden