No llamé a la policía. Hice como si no hubiera visto nada y salí a buscar a mi abuela.Más tarde, alguien, no sé quién, hizo la denuncia.Al día siguiente, me enteré de que Valeria Morales, tras aquella caída, había sufrido un aborto espontáneo que terminó en una histerectomía.Nunca más podría tener hijos.Dos semanas después, Paola me envió un enlace de una transmisión en vivo.Valeria estaba insultando a Héctor frente a una cámara.Tenía la mirada perdida, pero los ojos llenos de furia.Parecía haber perdido la razón.—¡Ese desgraciado! ¡Un estafador y un mujeriego! ¡Por su culpa me quitaron el útero! ¡Ojalá que se muera!—¡Aborté y ni una llamada, ni una palabra de consuelo! ¡Quiero que se arruine, que pierda todo!—¡Que quiebre, que quiebre!En los comentarios, las frases más repetidas eran:—Estás loca, necesitas ver a un psiquiatra.—Que alguien etiquete al gerente del manicomio, por favor.Me acomodé en mi silla mecedora, con un trozo de sandía en la mano, y vi el espectáculo,
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