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Capítulo 104

Cuando terminó de pronunciar la última palabra, Ramón no dudó ni un instante y apretó el gatillo. Un estruendo rompió el silencio; la bala pasó de un lado al otro de la oreja de Ignacio.

—¡Ah!

Ignacio retrocedió rápidamente, gritando y sujetándose la oreja ensangrentada.

—¿Estás loco? ¿Realmente disparaste?

Había pensado que Ramón solo quería intimidarlo, nunca imaginó que sería tan serio.

—La próxima vez, no será la oreja.

Ramón ajustó la punta del cañón y dijo fríamente:

—Te preguntaré por última vez, ¿le soltarás o no?

—Tú...

Ignacio estaba temblando de miedo. Temía que en un arranque de ira, Ramón terminara matándolo. Justo cuando estaba indeciso sobre qué hacer, se escuchó un alboroto en la puerta. Un anciano de cabellos grises entró apresuradamente, acompañado por un equipo de guardaespaldas.

—¿El alcalde Isaac?

Al ver quién era, todo el ambiente en la estación de policía cambió; se hizo un silencio sepulcral. Era el verdadero señor de la ciudad, el máximo representante de la
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