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Capítulo 1851

En ese momento, alguien gritó: —¡No le hagas caso, quítate del camino!

Entonces, un hombre calvo salió corriendo hacia Simón, sosteniendo una pala y lanzándosela encima con fuerza. Simón rápidamente se hizo a un lado, agarró la pala, se la arrebató y, con una patada, rompió el mango en dos. Luego, dijo con voz firme: —Retrocedan todos. Les sugiero que no intenten probar mis límites.

Al ver a Simón romper la pala con tanta facilidad, los aldeanos de Mirya quedaron atónitos y guardaron silencio, dando unos pasos hacia atrás, ya que, para ellos, alguien capaz de romper una pala de esa manera debía ser alguien con una fuerza bastante considerable.

Mirando a los aldeanos, Simón sintió algo de compasión y añadió: —Escúchenme bien. No hemos venido a causar problemas, nuestra intención es resolver solamente dos asuntos.

—El primero es tranquilizarlos. Les aseguramos que habrá una respuesta sobre el problema de los peces muertos. Y el segundo es pedir su colaboración para poder tomar algunas m
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