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Capítulo 1440

Toda la ciudad de Nubéria estaría en un buen ajetreo. Por eso si buscaban tranquilidad, el castillo solitario de Teófilo junto al mar era el lugar ideal para el descanso.

En cuanto a los trámites del hotel, Simón le pidió a Teófilo que se encargara de eso.

Simón agradeció y Teófilo, muy contento, lideró el camino.

En ese momento, Laureano murmuró: —Finalmente, tienes alguna utilidad.

Teófilo se sorprendió por esto y casi se le caen las lágrimas.

Desde que tenía memoria, parecía que era la primera vez que escuchaba un maravilloso elogio de su padre.

Aunque no se podía considerar un verdadero elogio, para Teófilo era un reconocimiento enorme y una grata sorpresa.

Poco después de que Simón se fuera, Juvencio volvió en sí.

Respiró muy hondo como si acabara de despertar de un largo sueño, y exclamó: —¡Vamos, tenemos que seguirlo! Debemos agradecer al señor Palacios y obtener de inmediato su perdón.

Dalmiro y los demás estaban igualmente aterrados.

Sabían que, al principio, habían insu
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