—¿Estás seguro de esto? —preguntó Jackson un poco nervioso.
—No podemos seguir esperando más tiempo —respondió Connor—. Ya investigamos al Fiscal de Distrito. Está limpio. Es hora de ver si esto puede ser más justicia que venganza, o si definitivamente no nos quedará más remedio que lanzarlo a la opinión pública.
Jackson asintió mientras esperaban a que la asistente les permitiera entrar, y diez minutos después el fiscal los recibió.
Era un hombre que no debía pasar de los cuarenta y cinco años, serio y adusto. Tenía fama de ser demasiado severo y de no dejarse sobornar, pero ya Jackson y Connor estaban acostumbrados a que la gente podía sorprenderlos de manera muy negativa.
—Sabes que nada de esto que me muestras puede ser admitido en la corte como evidencia, ¿verdad? —le pregunt&oa
El amanecer brillaba afuera, con una luz tenue que hacía parecer aquella visión absolutamente mágica.—Connor… ¿dónde estamos?Él se levantó y la abrazo por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro y mirando también a través de la ventana.—En Napa, a unos seiscientos kilómetros de casa.—¡Dios, es precioso! —murmuró Baby porque hablar más alto habría sido romper la magia de aquel lugar.Frente a ellos se extendían hectáreas de viñedos, que se perdían de la vista en medio de la niebla matutina.—¿Esto de quien es? —preguntó asombrada.—Bueno, es de uno de mis clientes menos cretinos —respondió Connor con una sonrisa—. Pero solo tiene este viñedo por antojo, ni siquiera se ocupa de él y apenas viene. Así que
Quizás en otro tiempo el Honorable Juez Ordaz no se hubiera sentido intimidado por una citación del juzgado para declarar en un caso contra INVEXA. Lo había hecho más de una vez y no había habido ningún problema, porque además de ser un juez de la corte federal, sabía que tenía además el respaldo del Juez Vanderville.Estaba seguro de que ninguna de aquellas condiciones había cambiado. Entonces… ¿Qué lo había hecho?La diferencia era un solo hombre.Uno que no era tan poderoso como él… uno al que podía aplastar como la cucaracha que era y sin embargo… no lo había conseguido.Y ese hombre era Connor Sheffield.Jamás en toda su vida Ordaz había conocido a alguien tan determinado como él, por eso lo había elegido para que fuera su asesor legal de campaña. Cuando se destapó
Nunca, ni en un millón de años, Connor esperaba recibir aquella llamada, a pesar de que Ordaz estaba en sus números de contacto. Habían sido cercanos, pero desde hacía meses que la cuenta Ordaz la llevaba Jacob Lieberman, porque Connor no quería tener ningún vínculo directo con él que pudiera afectar el caso.Sin embargo aquella mañana, justo un día antes del juicio y mientras regresaban de Napa, el teléfono de Connor comenzó a sonar con insistencia, y el número que salió fue el del Honorable Juez Ordaz.Connor miró a Baby con curiosidad y luego puso el teléfono en altavoz mientras le contestaba sin que un solo rastro de sarcasmo lo delatara.—Su Señoría. ¿Cómo puedo ayudarlo? —lo saludó.—Sheffield… necesito reunirme contigo.El abogado sonrió en silencio. No iba a
—Tienes que calmarte —le dijo el Fiscal de Distrito a Connor—. No vas a resolver nada desesperándote.—¡Pero es que no vino! —Connor parecía un león enjaulado en medio de aquel corredor fuera de la sala del juicio, durante uno de los recesos—. ¡El maldito infeliz de Ordaz no vino!—Pero el juicio ya está en marcha y Ordaz ya fue declarado en desacato. Créeme, tendrá que venir a testificar tarde o temprano, esto no es algo de lo que uno se pueda escapar —intentó tranquilizarlo el fiscal—. Además, si no se presenta, eso también significará algo para el jurado, estaría declarando su culpabilidad y él no es tan tonto.Connor suspiró con desesperación. El día anterior lo había tenido a la mano, justo a la mano. Había notado su inquietud, no era posible que se hubiera arrepentido en tan
—¿Disculpa? —Pero eso no era lo que Connor realmente quería preguntar. Lo que realmente quería preguntarle a aquel maldito infeliz era cómo se atrevía a amenazar a su mujer frente a él.Jason le devolvió la misma sonrisa torcida que le había dejado su paliza, pero había mucho odio en ella, más del que era común en un ser humano racional.—Creo que me escuchaste bastante bien —escupió—. No creas ni por un segundo que me he tragado el cuento de que tu nueva esposa es una española que se llama Malía… Conocí demasiado bien a Virginia como para reconocerla incluso a la poca luz de un corredor. Así que sé perfectamente quién es ella.Connor apretó los puños.—Pues eso a mí me tiene sin cuidado…—¡Pues fíjate que no debería! —excl
Quizás segundos antes el rostro de Baby se había llenado de desesperación, pero en cuanto lo escuchó decir aquello, su expresión se convirtió en una máscara de piedra.—Es una maldita broma, ¿verdad? —preguntó mientras las lágrimas caían por sus mejillas—. ¡Dime que es una broma porque no es posible que yo haya podido equivocarme tanto contigo!Lo vio desviar la mirada y respirar pesadamente, mientras Jacob se ponía entre ellos como un enorme muro asustado.—¡Mírame y dime que estás jodiéndome, Connor! ¡Porque no es posible que yo haya aceptado regresar a este maldito infierno por un hombre que va a abandonarme de nuevo! —le gritó.—¡Yo nunca dije que iba a abandonarte! —se defendió Connor—. Pero al menos pudiste decírmelo…Baby abrió mucho
No podía decirse que el juzgado de la ciudad estuviera vacío a ninguna hora del día, de ningún día de la semana. Siempre había algo importante sucediendo, así que rara vez era posible caminar por aquellos corredores sin toparse con jueces, abogados o asistentes.El laboratorio de medicina legal ocupaba las plantas tres y cuatro del edificio, y Connor había movido sus hilos para que le hicieran una prueba de paternidad con Sam lo más pronto posible y sobre todo sin necesidad de interponer una demanda legal.Por lo general ellos no se involucraban en esos temas a menos que hubiera un juicio de por medio por la custodia de un niño, pero teniendo en cuenta que el abogado Connor Sheffield era una figura pública, el jefe del laboratorio accedió a hacer la prueba en la más estricta confidencialidad.Eran apenas las nueve de la mañana y Baby caminaba en su extremo del corre
Cuando Connor había escuchado a Jason hablar de Sam dos días atrás y decirle que no era su hijo, dos cosas igual de terribles e importantes habían pasado por su cabeza:La primera era cómo sabía sobre Sam, porque las únicas personas a las que le había presentado a su hijo eran Jacob y Jackson, y eso significaba que en algún momento Jason Miller había seguido a Baby y la había visto con el bebé. Eso realmente le provocaba una rabia que lo enceguecía, porque sabía que en algún momento su familia había sido vulnerable.Y la segunda, era que aquella declaración tenía una finalidad, y esa era crear el mayor daño posible entre ellos dos, posiblemente para desestabilizarlos o para desviar su atención del problema real que tenían entre manos.Connor no tenía ni la más absoluta duda de que Sam era su hijo, y aunq
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden