Era una pregunta tan sencilla que Connor se puso rojo hasta la raíz del cabello.
—Connor… ¿estás desnudo…?
—¿Y tú qué haces en mi maldito departamento? ¡Me estaba bañando! —se defendió él, pero Malía no parecía molesta, solo aturdida.
—¿Te estabas bañando en la cocina?
—No, claro que no, solo vine por un trago… ¿por qué no llamaste a la puerta?
—No me respondiste —Malía hizo un puchero.
—¡Pues por los putos audífonos…! No escuché nada y tampoco te vi… ¿Y por qué viniste? —preguntó arrugando el ceño.
—Sí se quedó algo en la mudanza… mis platos. Pensé que podíamos comer aquí… me estoy muriendo del hambre…
—Yo tam
Malía había tenido razón, aunque no precisamente de la forma en que ella esperaba. Siempre había un precedente, ese primer intento para ver si algo funcionaba o fallaba, y eso precisamente había sido el caso de Felipe Ruiz.Connor lo había llamado en el mismo momento en que se había dado cuenta de que su caso era anterior a la muerte de la madre de Baby, y en especial, que las fechas del juicio coincidían con el primer viaje de Vanderville a España.—Déjame ver si entiendo esto —dijo Jackson por el altavoz del teléfono. Frente al aparato, desvelados a las dos de la madrugada, estaban Connor y Felipe—. La mamá de Felipe falleció en marzo, pocas semanas antes de que Vanderville conociera a INVERTIA. ¿Es así?—Exacto. Y no fue un accidente —le explicó Connor—. La señora Ruiz ya estaba enferma, falleció de
Todo el aire, absolutamente todo el aire respirable de aquella habitación desapareció cuando Connor vio a Malía abrir los ojos. Se miraron por un instante que pareció infinito y el único movimiento que se hizo fue el de la mano pequeña de la muchacha anclándose en la nuca de Connor para acercarlo a ella.Se levantó sobre uno de sus codos y alcanzó su boca con decisión. Lo sintió tensarse, respirar pesadamente y aceptar sus labios. Malía encontró su lengua y jugueteó con ella. Extrañaba aquella sensación, las cosquillas en el vientre y la forma en que su piel se erizaba solo de imaginarlo. La boca de Connor era suave y posesiva, y su lengua era inquieta y dulce.—No… lo siento… no puedo hacer esto… —murmuró él, separándose de sus labios, aunque no era difícil ver cuánto le costaba.&mda
Connor vio el ligero temblor en los labios de Malía mientras abría mucho los ojos y lo miraba como si se hubiera vuelto loco de verdad.—Digo… si las monjitas ven a «mamá y papá» no harán muchas preguntas más, ¿verdad? No hay razón para que no podamos fingir por un rato.Malía se mordió el labio inferior y tragó en seco, sin mirarlo.—Sí, tienes razón… podemos fingir un rato —accedió mientras intentaba arrancar la tristeza de su rostro—. Me parece bien. Te lo agradezco.Connor no comprendió muy bien la expresión que tenía Malía, pero definitivamente no creía haberla hecho tan feliz como esperaba.La actitud de Malía hacia él era un poco distante últimamente, pero no podía culparla, después de todo estaba mandándole señal
Connor casi resbaló sobre la alfombra mientras encontraba la llave, se ponía una playera y salía corriendo hacia el departamento de… ella.Abrió la puerta de golpe y la vio pegada a la pared que daba a su cuarto, con la mirada un poco perdida y tratando de agarrarse de ella.—Connor…Pareció como si en ese mismo segundo supiera que estaba a salvo, porque el cerebro de Malía se desconectó en ese instante. Cayó hacia un costado y Connor no pudo alcanzarla antes de que impactara pesadamente contra el suelo.—¡Malía!Connor llegó con ella y le levantó medio cuerpo, quitándole el cabello de la cara y sacudiéndola. Llevaba un simple camisón de dormir que estaba empapado en sudor frío y se le pegaba al cuerpo.—Maldición, estás ardiendo en fiebre… ¡Malía! ¡Mal…!
Tenía que estar en el juzgado. Era un hecho y era mejor aferrarse a él que dejarse arrastrar de nuevo por todo lo que estaba sintiendo.Se arregló lo más rápido que pudo y le dio su biberón a Sam. Ese día tenía la última vista del juicio y no podía faltar. Por suerte Malía había pasado una buena noche y cuando Connor se asomó a su habitación a las siete de la mañana, ya estaba sentada en la cama, pensando cómo poner los pies en el suelo.—Hola tú… —le sonrió ella viéndolo en la puerta.Connor la miró como si encontrara por fin a una persona totalmente diferente. Había pasado semanas aceptando a aquel fantasma, pero ya no iba a hacerlo más. Ese día solucionaría de una vez por todas aquel sentimiento que no lo dejaba descansar.—Me alegro de verte mejor —dijo ac
Connor solo tuvo que gritar una vez para que los cuatro hombres de Felipe atravesaran el corredor y entraran en el departamento. —¿Lic.? —No están… Malía y Sam… no están… —dijo Connor casi sin poder respirar. Salió al corredor, sacó su teléfono y marcó el número de Malía, pero antes de que alcanzara el ascensor el sonido lo detuvo. El celular de Malía estaba sonando dentro de su propio departamento. Le hizo una señal a los hombres de Felipe y abrió la puerta de su departamento con cuidado, sin que la bisagra hiciera un solo sonido. Adentro estaba todo perfectamente ordenado también. Caminó hasta su cuarto, y el alma le regresó al cuerpo al ver a Malía acostada en su cama, mientras Sam dormía en su bambineto junto a ella. —¿Nena? —se acercó de prisa y trató de despertarla para asegurarse de que estuviera bien—. ¿Nena estás bien? ¿Qué haces aquí? Malía abrió un poco los ojos y bostezó. —Vine a buscar analgé
Malía cerró los ojos, disfrutando aquella sensación de infinito placer que se extendía por su cuerpo. Le cosquilleaban las palmas de las manos y su vientre se contraía de forma involuntaria cada vez que sentía los dientes de Connor cerrarse sobre su piel. La fuerza con que sus manos se anclaban en sus caderas era absurdamente deliciosa, como si solo con ese gesto pudiera adueñarse de ella.Metió las manos debajo de su playera, sintiendo el calor que se extendía por su espalda y no pudo evitar aquel gemido que salía de su boca. Lo deseaba, su cuerpo entero reaccionaba, temblaba o se estremecía con cada una de sus caricias. Perderse en sus labios era la sensación más embriagadora del mundo, y cuando la boca de Connor se escapó hacia su garganta, bajando hambrienta hacia su pecho, Malía sintió que las piernas le fallarían.Connor parecía un hombre
14 meses antes…Si Virginia había creído alguna vez que Connor Sheffield podía ser diferente, que podía confiar en él como no había confiado en ningún otro hombre, aquella esperanza murió dolorosamente en el mismo momento en que se encontró bajando hasta el estacionamiento de Sheffield & Lieberman.Su cerebro estaba embotado, no sentía las palmas de las manos y las náuseas no se le quitaban. Decir que tenía los nervios a flor de piel era poco, más bien estaba a punto de enloquecer. Toda su vida se había sentido desamparada, pero en aquel instante sentía simplemente que no tenía salida.Si regresaba a su casa, tarde o temprano su padre o Jason acabarían matándola o peor, matando a su bebé. Estaba a punto de hacerse un ovillo en el suelo cuando las llantas de un coche frenaron abruptamente frente a ella y el
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden